el espejo.

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"'—ben, nunca te había dicho que te amaba porque pensé que no era buena,—dijo mal, con los ojos llenos de lágrimas— y pensé que era cuestión de tiempo para que te dieras cuenta tú mismo. pero ben...—señaló con emoción el vidrial que ben había preparado para ella, y el chico volteó a verlo— esa soy yo. soy parte isla-parte auradon... y ben, siempre supiste quienes éramos y quiénes podíamos ser. ben, entiendo lo que es el amor ahora. —a la chica se le seguían cayendo lágrimas de los ojos, pero poco a poco iba notando que el hechizo bajo el cual el chico había caído se iba desvaneciendo—ben, claro que te amo. siempre te he amado.'

y fueron con esas nueve palabras que se me destrozó el corazón."



recuerdo la primera vez que la vi como si hubiera sido hoy. éramos tan sólo unas niñas malcriadas y solitarias, que no sabían nada más que hacer travesuras y compartir la culpa, pero sin arrepentimiento alguno.

nuestro primer encuentro fue un choque de hombros en la calle, conmigo distraída, mirándome al espejo.

—¡fíjate por dónde vas, tont-! —aquella niña de cabello violeta no terminó de insultarme. me miró directo a los ojos con un jadeo, y yo no aparté mi mirada de la suya... no lo habría hecho ni en sueños.

—lo-lo siento, venía viéndome al espejo y...

en el momento, sentí que alguien me quitaba el espejo de las manos y saltaba por la calle con él en su mano.

—¡mi espejo!—lloré, y la niña con la cual me había chocado se enfureció.

—ven conmigo. voy a recuperarlo.

me tomó de la mano y una evie de diez años sintió que el corazón se le salía del pecho.

—¡jay!—llegamos a un puesto, y un niño dentro de él se volteó a ver a la niña que por algún motivo quería ayudarme.

—¡mal!—exclamó él, saliendo del puesto y recostándose sobre la pared de la pequeña tienda—te he dicho ya que el puesto abre de noche exclusivamente, pero por ser tú puedo hacer una excepción. puedo ofrecerte miles de cosas, acabo de salir a robar. tengo una lámpara, unas campanas, casacas, un espejo...

—el espejo, dame el espejo.

—okay, son veinte.

—¿¡VEINTE?!—la niña se sobresaltó, mientras metía la mano en su bolsillo, tratando de sacar dinero—vamos, jay...

—de acuerdo,—el niño aquel rodó los ojos—quince, pero nunca menciones el descuento o mi padre me matará.

la niña sacó un billete de diez y se lo extendió.

—sólo tengo esto.—el niño trató de hablar, pero ella no se lo permitió—de veras, de veras, de veras lo necesito. puedo pagártelo luego... además, me debes una por distraer a los rufianes el otro día para que robaras su botín.

el niño suspiró y le quitó el billete, para luego entrar al puesto de nuevo y sacar mi espejo de una gran caja que tenía atrás, que al parecer guardaba todos sus saqueos. al él regresar, ella se lo arrancó de las manos.

—podrías agradecer...—el niño de largo cabello rodó los ojos una vez más, y la salvadora de mi preciado espejo alzó una ceja.

—mi madre me enseñó a nunca agradecer, y menos cuando se trata de un amigo.

los ojos del niño de pronto tomaron brillo.

—¿somos amigos?

—como quieras.—se encogió de hombros y se volteó, mientras que después de cerrar el puesto de nuevo y salir corriendo, se escuchaba la voz lejana de aquel niño celebrando ser amigo de la hija de maléfica.

—¿entonces tú eres mal?—le sonreí, y su expresión ruda cambió a una más dulce—mi madre no para de hablar de ti. siempre me dice que debería ser tan mala como tú, y eso.

—oye, cálmate—se enojó—que la más vil de toda la isla somos mi madre y yo.—al verme asustada de su reacción, se calmó un poco—aunque, si no eres mala... quizá pueda enseñarte un par de cosas.

se cruzó de brazos, y la sola idea de volverla a ver me hizo simplemente feliz.

—¡me encantaría!—la alegría se me escapó de las manos, y, en la isla, el cielo es gris—e-es decir, me encantaría que mi madre viera lo mala que puedo llegar a ser.—durante un pequeño silencio incómodo, nos miramos a los ojos por un momento. yo era una niña que había crecido sin amor, y, por alguna razón, cuando la veía sentía que el mundo se me salía de las manos—por cierto, soy evie.

—y este es tu espejo.—me entregó mi tan preciado espejo con una sonrisa, y después de ver su sonrisa, esa noche no pude dormir bien.

Aquí EstaréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora