Capítulo 3

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DÍA 3.

La cabeza me daba vueltas y me costaba tanto abrir los ojos que sentía como si estuvieran pegados con pegamento. Mi móvil comenzó a vibrar y me arrastré hacia él para cogerlo.

No sé cuán buena idea había sido embriagarme anoche. Hoy debía partir y me encontraba en un estado deplorable. El dolor de cabeza no daba tregua y no me podía salir de la cama. Sólo recordaba que los cuatro habíamos bebido como si no hubiese un mañana y que un taxi nos había tenido que traer hasta la central. ¿Cómo logramos Anya y yo llegar a nuestra habitación? Pues, ni puta idea.

Tan pronto logré abrir mis ojos, tenía varios mensajes de mi padre.

"Llámame cuando puedas" recibido a las 5.32 a.m.

"Necesito hablar contigo. Es urgente" recibido a las 6.46 a.m.

"No respondas a mis mensajes" recibido a las 7.03 a.m.

"Nos vemos en la cafetería 'Mon Chéri' a las 11 a.m. Procura no contárselo a nadie y que nadie te siga" recibido a las 8.53 a.m.

¿Qué estaba sucediendo? Miré la hora en mi reloj y eran las 10.30 a.m. Diablos, debía apresurarme.

Me salí de mi cama y sentía como si acabaran de darme un martillazo en la cabeza. Aún con aquel incesante dolor punzante, me dignaba a lucir como una persona decente y no como alguien a quien acababan de romperle el corazón ayer mismo. Si llegaba a cruzarme a Jayce en los pasillos, no quería que viera el daño que su estupidez me había provocado.

—¿Todo en orden? —Anya se incorporó somnolienta, clavando su vista sobre mí — Creí que hoy no trabajabas.

Cogí un jean azul oscuro, unas botas negras, playera blanca y una chaqueta de cuero también negra.

—Debo hacer algunos mandados antes de la misión —mentí y asintió, volviendo a dejar caer su cabeza sobre el cojín.

No me agradaba mentirle a mi mejor amiga, pero rara vez mi padre me pedía que lo hiciera. Él se estaba comportando algo extraño y eso me hacía estar en alerta.

Cubrí mis ojeras con algo de maquillaje y le di algo de vida a mi rostro. Tomé una aspirina para el dolor de cabeza y cogí las llaves de mi coche.

La ansiedad llegaba a mí como un balde de agua fría. Mi padre no solía comportarse así...

¿Y si acaso todo esto era una trampa y no era realmente mi padre quien me había citado? No empieces, Val.

Aparté aquellas preguntas de mi cabeza y me enfoqué en la ruta. No vaya a ser que acabe en un accidente de tráfico por mi constante y absurdo cuestionamiento.

Estacioné el coche cerca de la zona y, solo por si acaso, guardé la pistola en mi bolso. No la expondría públicamente de no ser netamente necesario, pero debía tener algo para defenderme en caso de que hubiera algún problema del cual no estaba al tanto.

Caminé hacia la cafetería, observando para todos lados como si tuviera seis ojos en lugar de dos, y detuve mi paso en la cuadra de enfrente. Mi padre se encontraba sentado cerca del gran ventanal, por lo cual podía verlo a la perfección.

Nada parecía sospechoso a mi alrededor pero debía observar su conducta. Su pierna derecha se movía frenéticamente y bebía de su café como si se tratara del oxígeno que necesitaba para respirar. Rufus Jensen estaba nervioso y ansioso. Ese no era una conducta típica suya en lo absoluto. Mi padre estaba metido en algo extraño o lo estaban amenazando. Sacudí mi cabeza. Mejor que me lo contara él y no hacerme ideas erróneas, que para algo me había citado aquí.

AVARICIA [+18] © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora