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Tae acompañó a _____ a una casa modesta en una calle de un barrio obrero bastante alejado del zoológico. Había una escultura de la Virgen María en el diminuto patio delantero, al lado de unos girasoles que rodeaban un jardín de petunias rosadas. _____ había alquilado una habitación en la parte trasera con vistas a la vía del tren. Mientras ella recogía sus escasas pertenencias, él fue a pagar a la casera sólo para descubrir que _____ ya había pagado el alquiler por adelantado.

Gracias a la charlatana mujer se enteró de que su esposa trabajaba como recepcionista en un salón de belleza durante el día y de camarera en una cafetería del barrio por la noche. No era de extrañar que pareciera tan cansada. No tenía coche y tenía que ir caminando o en autobús a todas partes; ahorraba todo lo que ganaba para cuando naciera el bebé. El hecho de que su esposa hubiera vivido en la miseria mientras él tenía dos automóviles de lujo y una casa llena de obras de arte de incalculable valor sólo contribuyó a hacerlo sentir más culpable.

Antes de ponerse en camino, Tae consideró por un momento llevarla a su casa en Seúl, pero al instante rechazó la idea. Ella necesitaba más que una curación física, necesitaba una curación emocional y tal vez los anímales que amaba la ayudarían a conseguirla.

Aquello le resultaba tan familiar que _____ sintió una momentánea felicidad cuando la camioneta se detuvo. Tae y ella estaban en la carretera, camino de la siguiente ubicación del circo. Estaba enamorada y embarazada y... Se despertó de golpe cuando la realidad se abatió sobre ella.

Tae sacó la llave del contacto y abrió la puerta.

—Tengo que dormir un poco o acabaremos empotrándonos contra un árbol. Pasaremos aquí la noche. —Bajó de la camioneta y cerró la puerta.

_____ se reclinó en el asiento y cerró los ojos ante el brillante crepúsculo; también cerró el corazón a la dulzura que escuchaba en la voz de Tae. Él se sentía culpable, cualquiera podía verlo, pero no dejaría que eso la ablandara. Seguro que él se sentía mejor después de haberle dicho todas aquellas mentiras, pero si ella las creía acabaría atrapada. Tenía que proteger a su bebé; ya no podía permitirse el lujo de ser optimista.

Tae le había dicho que ChaeRin y su padre habían sustituido las píldoras anticonceptivas y se había disculpado por no haber confiado en ella. Otra cosa que lo hacía sentirse culpable. Ella lo ignoró.

¿Por qué Tae no podía dejarla sola? ¿Por qué la había obligado a regresar con él? Por primera vez en semanas, todas las emociones que mantenía bajo control irrumpieron en su interior. Apretó los nudillos contra los labios y luchó por contener todos aquellos sentimientos hasta que volvió a erigir el muro que la había mantenido en pie el último mes.

Ella siempre se había dejado llevar por las emociones, pero si quería sobrevivir no podía seguir así. El orgullo lo es todo, le había dicho Tae, y era cierto. Fue el orgullo lo que la sostuvo. Lo que consiguió que contestara al teléfono en la peluquería un día tras otro y que pasara las noches cargando las pesadas bandejas con aquella comida grasienta que le producía náuseas. El orgullo fue lo que puso un techo sobre su cabeza y lo que le hizo ganar dinero para el futuro. El orgullo la mantuvo en pie cuando el amor la traicionó.

¿Y ahora qué? Por primera vez en semanas, experimentaba temor por algo que no tenía nada que ver con poder pagar el alquiler. Le daba miedo Tae. ¿Qué quería de ella?

«La peor amenaza para los tigres jóvenes es un tigre adulto. Los tigres no mantienen fuertes vínculos familiares como los leones o los elefantes. No es inusual que un tigre mate a su cachorro.»

Forcejeó con el tirador de la puerta sólo para ver que su marido se dirigía hacia ella.

Tae apartó la silla de la mesa donde el camarero del servicio de habitaciones había puesto la comida que había pedido.

Ángel | KTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora