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Tae estuvo imposible toda la semana. Desde que fueron a cenar para luego disfrutar de aquellos juegos eróticos, buscó todo tipo de excusas para discutir con ella. Incluso en ese momento la miraba con el ceño fruncido mientras se secaba el sudor de la frente con el brazo.

—¿No podías haber rellenado la bomba de gas cuando fuiste a hacer la compra al pueblo?

—Lo siento, pero no sabía que estaba vacía.

—Nunca te fijas en nada —añadió él con acritud. —¿Qué crees? ¿Que se rellena sola?

Ella apretó los dientes. Parecía como si se hubieran acercado demasiado aquella noche y necesitara distanciarse de ella otra vez. Por el momento había logrado esquivar todas las granadas que le había lanzado, pero cada vez le resultaba más difícil mantener a raya su propio temperamento. En ese instante tuvo que contenerse para hablar con calma.

—No sabía que querías que lo hiciera yo. Siempre te has ocupado tú de esas cosas.

—Sí, pero por si no te has dado cuenta, he estado muy ocupado últimamente. Han enfermado los caballos, se incendió la carpa de la cocina y ahora tenemos a un inspector de sanidad amenazando con multarnos por saltarnos no sé qué normas de seguridad.

—Sé que has estado sometido a mucha presión. Si me lo hubieras dicho no me habría importado ocuparme de las bombas.

—Sí, claro. ¿Cuántas veces has rellenado una bomba?

_____ contó mentalmente hasta cinco.

—Ninguna. Pero aprendería a hacerlo.

—No te molestes. —Y se alejó a paso airado.

_____ ya no pudo contenerse ni un minuto más. Plantó una mano en la cadera y le gritó:

—¡Que pases un buen día también!

Tae se detuvo, luego se giró para dirigirle una de sus miradas más sombrías.

—¡No te pases!

_____ cruzó los brazos sobre el pecho y dio golpecitos en el suelo con la deportiva sucia. Puede que Tae estuviera experimentando un montón de sentimientos que no sabía cómo manejar, pero eso no quería decir que tuviera que desahogar su frustración en ella. _____ llevaba días intentando ser paciente, pero ya no aguantaba más.

Tae se acercó a ella apretando los dientes. _____ se negó a retroceder.

Tae se paró delante de ella, intentando intimidarla con su tamaño.

_____ tuvo que reconocer que se le daba muy bien.

—¿Pasa algo? —espetó él.

Aquella discusión era tan ridícula que a ella no le quedó más remedio que sonreír con picardía.

—Si alguien te dice que estás muy guapo cuando te enfadas, miente.

La cara de Tae adquirió un tono púrpura y ella pensó que explotaría. Pero en vez de eso, se limitó a alzarla por los codos y empujarla contra el remolque. Luego la besó hasta que se quedó sin aliento.

Cuando finalmente la puso en el suelo, estaba de peor humor que antes de besarla.

—¡Lo siento! —gritó.

Como disculpa no era gran cosa, pues cuando se marchó parecía más un tigre malhumorado que un marido arrepentido. Aunque _____ sabía que él estaba sufriendo, se le había agotado la paciencia. ¿Por qué tenía que hacerlo todo tan difícil? ¿Por qué no podía aceptar que la amaba?

Ángel | KTHМесто, где живут истории. Откройте их для себя