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La noche del lunes sólo hubo una función, así que Tae invitó a su mujer a cenar fuera. La suave música flotaba en el comedor en penumbra de un lujoso restaurante en el centro, donde la pareja tomó asiento en un reservado de la esquina.

Ahora que ya no estaba preocupada por Glenna, _____ se sentía como si le hubieran quitado un peso de encima. También había contribuido a su bienestar que Brady hubiera regresado del aeropuerto con Heather. El equilibrista no se había mostrado demasiado comunicativo al respecto, más bien se había comportado como un puerco espín cuando ______ le había preguntado qué había sucedido, pero fue evidente que mantuvo a su hija pegada a él durante casi todo el día. Ésta no había estado tan feliz en todo el verano.

De todas maneras, _____ consideraba las últimas dos semanas las mejores de su vida. Tae había sido tan tierno y cariñoso con ella que apenas parecía el mismo hombre. Estaba decidida a contarle lo del bebé esa noche, aunque aún no sabía cómo.

Tae sonrió; estaba tan guapo que el corazón de la chica hizo una pirueta. A los hombres delgados no solía sentarles bien el traje, pero él era, definitivamente, una excepción.

—Estás preciosa esta noche.

—Pensé que ya no sabría cómo arreglarme. —Por una vez no se vio impulsada a decirle que su madre habría estado guapísima, tal vez porque a ya no le importaba su apariencia tanto como antes. Se había pasado tanto tiempo en vaqueros, coleta y con la cara lavada que esa noche se sentía muy sofisticada.

—Te aseguro que estás estupenda.

Ella sonrió. Para salir a cenar se había puesto la única ropa de vestir que tenía: un top de seda y toques brillantes color hueso y una falda cintura alta a juego. Las únicas joyas que llevaba puestas eran la alianza y unos discretos pendientes de oro. Como no había querido malgastar el dinero en ir a la peluquería, tenía el pelo más largo que nunca y, tras tantas semanas de llevarlo recogido, sentía el sensual roce en su espalda baja.

El camarero dejó dos ensaladas ante ellos, cada una con corazones de alcachofa, vainas de guisante y pepino, regadas con salsa de frambuesa y sazonadas con queso rallado.

En cuanto los dejó solos, _____ susurró:

—Tal vez deberíamos haber pedido la ensalada de la casa, esto parece demasiado caro.

Tae pareció divertirse con su preocupación.

—Incluso los más humildes tenemos derecho a vivir la vida de vez en cuando.

—Lo sé, pero...

—No te preocupes por eso, cariño. Podemos permitírnoslo.

Ella decidió para sus adentros que las siguientes semanas haría comidas baratas para compensar el gasto. Aunque Tae no hablaba jamás de dinero, ella no creía que un profesor universitario ganara demasiado.

—¿No quieres que te sirva vino?

—No, así está bien. —Al beber un sorbo de agua con gas, miró el vino que brillaba en la copa de Tae. Había pedido una de las botellas más caras de la carta y a ella le habría encantado probarlo, pero no pensaba hacer nada peligroso para el bebé.

No deberían tirar el dinero en una cena tan cara con un bebé en camino. Tan pronto como terminara la gira, buscaría un trabajo y trabajaría hasta que llegara el momento del parto, así podría ayudar con los gastos extra. Cuatro meses antes no se le hubiera pasado por la cabeza tal cosa, pero ahora la idea de trabajar duro no le preocupaba. Pensó que le gustaba mucho la persona en la que se había convertido.

—Come. Me encanta verte meter el tenedor en la boca. —La voz de Tae se había vuelto ronca y manifiestamente seductora. —Me recuerda a todas esas otras cosas que haces con ella.

Ángel | KTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora