6. Silencios y palabras amargas.

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~Elliot~

Desperté con el molesto sonido de mi despertador y me levanté gruñendo con el ceño fruncido.

Odiaba las mañanas.

Me arreglé lentamente ya que solía levantarme más temprano de lo normal y, una vez terminé de poner cada mínimo cabello en su sitio, salí de mi cuarto.

Fui a la cocina y me preparé unas tortitas, que, debía decir, me quedaban exquisitas. A pesar de ser lo que todos llamarían un "mujeriego" sabía cocinar bastante bien y me era bastante útil ya que vivía solo. Mis padres vivían en otro país y prefería que se quedasen allá ya que nuestra relación era pésima desde hacía unos años.

Bufé al recordarlos y, cuando terminé mis tortitas, me fui a la escuela.

Llegué unos veinte minutos después y me dirigí al patio trasero que a esas horas de la mañana se encontraba prácticamente vacío. Me recosté en una de las paredes y cerré los ojos, relajándome.

Sentí a alguien acercarse, invadiendo mi espacio personal descaradamente y abrí los ojos, irritado.

—Hola, Elliot —dijo con su voz chillona y, antes de que pudiese apartarme, se puso de puntitas y me besó. No me gustaba que me besase así pero, bueno, no era mi costumbre apartar a las chicas cuando hacían eso. Estaba acostumbrado.

Finalmente se separó y me sonrío coquetamente. Suspiré.

—Cristal, ¿cuántas veces debo decirte que no hagas eso?

—¿Por qué no? —hizo un puchero pero la faceta de niña tierna le duró mucho y volvió a guindarse de mi cuello. Joder, que molesta era—. Además, no me digas que no la pasaste bien la otra noche.

Suspiré de nuevo y la aparté de mí.

—Te he dicho muchas veces que no me interesas —bufé—. Y no te creas demasiado; sabes que, si quisiera, pudiese estar con cualquier chica del instituto y, si pudiese elegir, no te elegiría a ti, cariño.

Frunció el ceño y se cruzó de brazos.

—Antes te interesaba bastante —espetó.

—Los intereses cambian.

—Es por ese chico, ¿no? El nuevo... ah..., Dakota, creo.

—¿Y qué si es así? —sonreí con malicia.

Enarcó una ceja y me sonrió como si tuviese el mejor chisme del mundo.

—No sabía que fueses por hombres también —dijo.

—Hay que expandir horizontes, nena.

Rió con una de sus carcajadas chillonas y volvió a pegarse a mí.

—Hmm..., eso si no me lo esperaba —se estiró y volvió a besarme sin la mínima pizca de inocencia. Me mordió el labio y sonrió—. Si me necesitas puedes llamarme, ya sabes. Y, si quieres, puedes invitar a ese chico también.

Rió de nuevo y, finalmente, se fue moviendo las caderas excesivamente. Suspiré y me pasé las manos por el cabello, exasperado.

¿Cómo podían existir tantas zorras en este mundo?

Volví al patio delantero y logré ver a Dakota bajándose de esa mini-limusina en la que lo traía su chofer. Sonreí casi inconscientemente y noté que venía solo. De hecho, hacía tiempo que no veía a la zorra de su amiga. ¿Estarían peleados?

Me encogí de hombros y fui a saludar a mi pequeño principito de ojos azules.

Como al parecer no había notado mi presencia me acerqué por su espalda e, inclinándome, soplé suavemente tras su oreja. Cual resorte, dio un salto alejándose de mí con el rostro rojo como tomate. Reí y me incliné hasta quedar cerca de su rostro.

Amnesia [gay/yaoi]Where stories live. Discover now