1. Me tienes que estar jodiendo.

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~Dakota~

—¿América? —pregunté, atónito, sin poder creerme lo que mis padres intentaban decirme.

—Dakota, cariño, entiende que hacemos esto por ti —se excusó mi madre—. Tenemos que alejarte de éste ambiente, será bueno para ti.

—¿Bueno para mí? ¿Desde cuándo deciden eso?

—Mira, hijo, no vamos a discutir esto —ahora mi padre—. Ya está todo arreglado y lo quieras o no, nos iremos.

—Tal vez si te separas de todo esto un tiempo logres recordar algo.

—¿Esa es la razón? —espeté enojado—. ¿Hasta cuándo piensan seguir con eso? ¡Sí, al parecer no recuerdo nada de los últimos dos años pero esa no es razón para irnos!

—Dakota, ve a tu cuarto y empaca. Nos iremos mañana —dijo mi padre con el ceño fruncido—. Y fin de la discusión.

De mala gana me di vuelta y subí a mi habitación. No solía enojarme con mis padres pero, ésta vez, habían cruzado la línea.

Aparentemente perdí la memoria hace menos de un año, según mis padres, sin razón alguna. La verdad yo sólo recordaba haber despertado una mañana y haber ido a clases como siempre. Pero cuando entré a mi clase fue cuando, básicamente, todo se había ido a la mierda.

Resultó que había entrado al aula equivocada, pero yo estaba seguro que la última clase a la que había entrado era esa, cosa que no era así.

Al ver que no estaba intentando bromear, el profesor llamó a mis padres y, después de preguntarme algunas cosas, me dijeron que había olvidado los últimos dos años de mi vida. Cosa que aún me cuesta creer porque no me sentía diferente y, además, ¿quién olvida dos años de su vida sólo porque sí?

Desde entonces mis padres habían hecho todo lo posible por ayudarme a recordar pero no les había servido de mucho. He estado en más o menos sesenta psicólogos y médicos durante el año pero todos terminaban diciéndome lo mismo:

Que fue causa de un trauma.

Pero ya había dejado de darle importancia a mi repentina pérdida de memoria, pues lo único que me dijeron fue que si alguien me hacía daño, hasta el punto en que mi mente considerara que era peligroso para mi estabilidad mental podía volver a ocurrir. En conclusión, mi mente lo hacía en defensa propia.

No había vuelto a la escuela desde entonces y por eso mis padres simplemente decidieron contratar profesores particulares que, debo decir, eran unos completos imbéciles.

Terminé de empacar mis cosas y sentí como alguien me abrazaba por detrás casi haciéndome caer al suelo.

—¡¿Cómo está el pequeño idiota?! —gritó Max, destrozándome los tímpanos.

—¡Joder, Max, deja de hacer eso! —la reprendí sacándomela de encima.

Max era mi mejor amiga desde que tenía cuatro; sus padres eran muy cercanos a los míos y, cuando murieron, ella se mudó con nosotros. Era rubia de ojos café oscuro y, a decir verdad, es bastante atractiva. Salí con ella por unas dos semanas pero ambos estuvimos de acuerdo en cortarlo porque, y citando las palabras de Max: «salir contigo es como salir con mi jodido hermano».

Y tenía razón, era jodidamente asqueroso.

—¿Terminaste de empacar? —me preguntó, apoyando su barbilla en mi hombro.

—Sí —suspiré—. No puedo creer que nos iremos y te dejaremos aquí.

—No te pongas sentimental —se quejó sentándose en mi maleta para que pudiera verla de frente—. Además te tengo una buena noticia.

Amnesia [gay/yaoi]Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ