Amnesia [gay/yaoi]

13. El amor duele (Parte II)

~Elliot~

Apreté con fuerza el mango de mi maleta, mirando la pantalla de mi celular, pensando en por qué le había escrito a Dakota. ¿Qué esperaba? ¿Qué me respondiese?

No; no quería que me respondiese.

Quería que supiera que lo amaba, que siempre lo había hecho y que finalmente me iría para dejarlo ser feliz.

Todos estarían felices ahora.

Me pasé una de las manos por la mejilla, enviando una punzada de dolor.

Max había ido a mi casa hacía unas horas, mientras empacaba, y me había golpeado. No recordaba haberla visto de esa forma antes, con lágrimas en los ojos y el ceño fruncido.

Jamás la había visto llorar.

«—¡Vete de una buena vez! —había gritado, con voz temblorosa—. ¡Lárgate si no sabes hacer nada más que hacerle daño a la persona que dices querer! ¡¿Tienes idea hace cuánto no lo veía llorar de esa manera?! ¡No voy a dejar que sigas rompiéndolo!

—Largo de mi casa —le había contestado, sintiendo esa presión en el pecho.

—¡No te mereces todo lo que siente por ti, Elliot! ¡Pensé que habías cambiado, que por una vez en tu vida harías las cosas bien pero me equivoqué! ¡Todo lo que Dakota siente por ti..., no te mereces nada de eso! ¡Nada, ¿me escuchaste?!»

Y salió, dando un portazo.

Apreté los labios y me recliné en la incómoda silla del aeropuerto, pensando en lo familiar que se me hacía esta situación. ¿Cuántas veces iba a huir?

—Vuelo ochocientos treinta y dos con destino a Londres, por favor dirigirse a la puerta número seis —dijo una voz femenina a través de los pequeños parlantes en el techo.

Miré mi boleto y luego de comprobar el número me puse de pie para ir a la puerta de abordaje.

Mi teléfono vibró, haciéndome detenerme en seco, disparándome el corazón. Vacilé, sintiendo mis manos temblar.

Respiré hondo y saqué mi celular, sin poder ignorar el dolor que me carcomía el pecho al ver su nombre en la pantalla.

—¿Por qué? —murmuré para mí mismo, apretando la mandíbula—. ¿Cómo te hago entender, Dakota, que es por tu bien?

Cerré los ojos, apretando los párpados tan fuerte que dolía.

Colgué.

Casi al instante otra llamada entró y cada timbrazo parecía clavarse en mi pecho. Volví a colgar y pasó lo mismo otras dos veces —entraba otra llamada y volvía a colgar. Hasta que se detuvo.

Respiré hondo, tragándome toda la ola de sentimientos que me oprimían el pecho y comencé a caminar de nuevo pero mi teléfono volvió a vibrar.

Dudé si mirar la pantalla de nuevo, vacilante, intentando ignorar las ganas que tenía de dar marcha atrás y correr junto a Dakota.

Lentamente, miré la pantalla, leyendo el pequeño aviso de que tenía un mensaje, el cual, con mis manos temblando, abrí, leyendo aquellas palabras sin poder evitar que una sonrisa se asomase en mis labios.

Contesta el maldito teléfono.

Otra llamada entró y volví a colgar. Casi al instante recibí otro mensaje.

Dime dónde estás.

Y otro.

Iré donde sea y discutiremos esto pero no hagas algo estúpido.