36. El peso de un recuerdo

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[Siete años después]

~Dakota~

—Y como todo debió haber quedado claro, doy por terminada esta reunión —dije, levantándome del alargado mesón de la sala de reuniones mientras Cristina, mi secretaria, recogía los papeles que había dejado sobre ella—. ¿Puedes traerme un café, por favor?

—Claro, señor Doncaster.

Me dirigí a mi oficina con paso cansado pues era la tercera reunión que tenía el día y, si bien eso significaba que los negocios estaban yendo bien, era increíblemente agotador.

Me dejé caer en la gran silla de cuero detrás de mi escritorio y suspiré, viendo como Cristina dejaba la taza de café junto al pequeño letrero dorado de mi escritorio.

«Presidente», decía.

Bebí lentamente el café mientras revisaba los papeles sobre mi escritorio sin realmente prestarles atención y, resignado, oprimí un botón en el teléfono de mi oficina.

Dígame, señor Doncaster —habló la voz siempre perfecta de Cristina y bebí el último sorbo de café.

—Iré a casa, Cristina, mañana terminaré el papeleo —dije—. Cancela las citas que quedan, hoy le prometí a April que llegaría temprano.

Entendido, señor Doncaster.

Solté el pequeño botón y me levanté del asiento, tomando mi teléfono y algunos papeles que necesitaba, y salí del edificio de oficinas con el gran letrero en metal cromado que decía «Empresas Doncaster».

Me subí a mi auto y conduje tranquilamente hasta la gigantesca casa de dos plantas que me había comprado mamá como regalo de bodas.

Abrí tranquilamente la puerta y el olor a carne asada me llenó las fosas nasales, haciendo que una sonrisa se plantase en mi rostro.

Dejé los papeles en mi estudio y mi teléfono y cartera en el mesón de la entrada, colgando la chaqueta del traje en el perchero de caoba que había junto a la puerta.

—Dakota, cariño, ¿eres tú?

La cabellera oscura de April se asomó por el umbral de la cocina y me sonrió dulcemente, sus ojos marrones brillando.

—Hola, cariño —dije, mientras ella se acercaba y rodeaba mi cuello con sus brazos.

Dejé un suave beso en sus labios y sonreí, pues a pesar de que cuando papá había arreglado nuestro matrimonio cuatro años atrás ninguno de los dos estaba muy feliz, ahora parecía lo más cercano a la tranquilidad.

April había resultado ser una persona maravillosa y, a pesar de que habíamos decidido no tener hijos hacía unos años, nuestro matrimonio resultaba espectacular.

—¿Qué tal el trabajo? —preguntó y se separó de mí para guiarme a la cocina.

—Horriblemente agotador —suspiré—. Si hubiera sabido que papá iba a heredarme  tantas responsabilidades no lo hubiese aceptado.

Una amarga sonrisa se formó en mi rostro y no me di cuenta hasta que sentí la mano de April en mi mejilla.

—Estaría orgulloso de ti, cariño —dijo simplemente y sonreí con tristeza, viéndola volver a cocinar.

Hacía dos años que papá había muerto, un día que un ataque al corazón decidió quitarle la vida luego de sólo dos días en el hospital, y no era un recuerdo que me hiciese feliz precisamente.

Sumado a que, luego de su muerte, mamá y yo tuvimos que lidiar con toda la prensa, las personas que decían que papá les debía algo y yo tuve que hacerme cargo de la empresa de inmediato.

Amnesia [gay/yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora