26. Nunca más.

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~Dakota~

Y llegó el día.

Llevaba despierto desde las cinco, las cartas y llamadas de felicitación por mi boda con Lily llegando sin parar, así como las sirvientas, estilistas, los zapateros y sastres, entrando y saliendo para arreglar mi atuendo y cabello.

La señora Shefield, que era mi profesora de etiqueta desde los cuatro años, no paraba de hablar y decirme lo que debía y no debía hacer, cómo debía comportarme y saludar a los invitados y demás detalles que ya sabía.

—Me es difícil creer que vas a contraer matrimonio —dijo, una pequeña sonrisa en sus duros y usualmente fruncidos labios—. Que rápido pasa el tiempo. Te has convertido en un perfecto caballero y eso me enorgullece, Dakota.

Le sonreí lo mejor que pude mientras una chica rubia terminaba de arreglarme el cabello.

—Se lo agradezco, señora Shefield —dije simplemente.

Ella, luego de repetirme que cuidase mi postura y vocabulario, se despidió, saliendo por la ancha puerta de caoba tan perfectamente como siempre.

Suspiré y traté de desconectarme de todo, pero no lo logré, pues papá entró a la habitación, con su aire de superioridad y su típica sonrisa creída en el rostro.

Era irónico como la imagen que tenía de mi padre había cambiado por completo en los últimos meses. Antes lo veía como un modelo a seguir, un hombre poderoso y con una vida exitosa que no le temía a nada y tenía todo el mundo en la palma de su mano, pero ahora...

Ahora todo lo que veía era un hombre orgulloso, prepotente e ignorante, a quien no le importaba destrozar todo a su paso para conseguir sus propósitos.

Lo observaba con recelo y sabía que él lo notaba, pues por su forma de devolverme la mirada podía darme cuenta de que ya yo no era su hijo favorito; que ya no era perfecto, ni me merecía su respeto.

—Hola, hijo —habló y no me volví a mirarlo, excusándome en la chica que trabajaba en mi cabello—. Las cocineras prepararon una comida especial para celebrar tu boda y espero verte abajo cuando estés arreglado. Comeremos y Leo nos llevará a la iglesia.

No respondí ni asentí, simplemente respiré hondo, ignorándolo por completo, cosa que, sabía, lo haría enojar, pero quería que se diese cuenta que yo no estaba feliz con todo eso y que no quería, ni siquiera, estar cerca de él.

Tardó aproximadamente veinte segundos en volver a hablar, la rabia impresa en su voz de tal forma que sólo los que lo conocían bien podían notarlo.

—¿Escuchaste lo que te dije, Dakota? Porque me parece que no me has oído.

—Oh, créeme, te escuché —respondí fríamente, rodando los ojos.

—Cuida tu tono y tu respeto.

De nuevo, permanecí en silencio, y me levanté de la silla de la estilista con mi cabello arreglado finalmente.

No me volví a mirarlo en ningún momento mientras comenzaba a arreglar mi ropa sobre la cama, colocando todo lo que necesitaba en un lugar cercano para no olvidar nada.

—Espero verte abajo cuando estés listo y, de preferencia, una mejor actitud, ¿entendido? —asentí—. Palabras, Dakota.

—Entendido, padre —gruñí, escuchándolo salir, mis labios apretándose en una fina línea.

Odiaba todo esto y no estaba seguro cuánto podría durar sin caerme a pedazos.

Y así, terminé de arreglarme para mi boda, conteniendo las lágrimas que me quemaban los ojos.

Amnesia [gay/yaoi]Onde as histórias ganham vida. Descobre agora