Capítulo 31: Sí, aún lo hay (2ª Parte)

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 Capítulo 31:

Sí, aún lo hay (2ª Parte)

Hans no le respondió, sino que volvió a insistir, como si lo que quisiera enseñarle fuera realmente importante.

—¿Qué ocurre? —le preguntó algo fastidiado el soldado mientras se acercaba hasta quedar a tan solo un metro de él, momento en que se dio cuenta de que su supuesto compañero, no llevaba las placas protectoras de su uniforme—. ¿Qué le ha pasado a tu…?

El sicario de Night Carnival, al escucharle tan cerca, se incorporó como una exhalación, y cuchillo en mano, se abalanzó sobre su enemigo con una precisión letal. Su oponente no tuvo tiempo de defenderse y recibió una terrible puñalada ascendente en su cabeza. Esta entró a través del hueco de su maxilar inferior, atravesó su boca con un chirriante y fugaz sonido metálico al rozar el esmalte de sus dientes y, tras traspasar su lengua y paladar, perforó mortalmente sus lóbulos temporal y frontal, quedando el arma profundamente incrustada en su cerebro. La víctima ni siquiera llegó a sufrir; muerta en el acto, enseguida perdió toda fuerza. El Ángel de la Muerte se apresuró a ralentizar su caída, agarrando sus ropajes, para evitar que el ruido del golpe alertase a los dos Hades que aún quedaban fuera. Ya en el suelo, el cadáver sufrió unos leves espasmos durante un par de segundos para finalmente quedar inerte. Aquella truculenta visión, que habría revuelto el estómago a cualquier persona normal,  ni siquiera aceleró el pulso del nephilim. Tampoco perdió el tiempo cuestionándose lo que acababa de hacer. Para él aquella muerte solo era una más de tantas que ya había provocado y no le hizo sentir más emoción que cierto alivio al haber eliminado un obstáculo en su camino.

Sabedor de que debía darse prisa, se arrodilló frente al cuerpo inerte del apuñalado, y tirando con fuerza, recuperó su arma blanca. De inmediato un gran reguero de sangre manó del orificio abierto resultante. No le prestó mayor atención, e inició un rápido, aunque exhaustivo registro al muerto. Lo primero que recogió del cadáver fue su pistola y toda la munición que llevaba. También se apoderó de su cuchillo de combate, así como de la pequeña radio que llevaba acoplada a su chaleco táctico. Encontró también un sofisticado teléfono holográfico de muñeca, pero supuso que estaría equipado con localizador de señal, y aunque necesitaba ponerse en contacto con Night Carnival, sabía que al utilizarlo, el gobierno podría rastrear la llamada y localizar el escondrijo que su organización tenía en Berlín. Prefirió dejarlo donde estaba para evitar problemas.

Siguió buscando objetos que le pudieran resultar útiles, pero sin esperar encontrar algo que realmente le sorprendiera. Era evidente que aquellos agentes no habían sido provistos de tan buen material como el que SEGDIAN proporcionaba a sus comandos de élite. A punto de abandonar el escrutinio, Hans se percató de que aquel soldado portaba una pequeña talega a la espalda, sujeta a su cinturón. Intrigado por lo que pudiera haber en ella, aunque sin excesivas esperanzas de encontrar algo realmente útil, giró a su víctima hasta dejarla boca abajo y abrió la bolsa, desanclando unos enganches metálicos. Lo que encontró en su interior fue toda una sorpresa para él: dos artefactos aturdidores clase trueno —pequeños como canicas—, y dos esferas más grandes, de aspecto ominoso, que Ansdifeng reconoció de inmediato. Eran peligrosas y mortíferas granadas erizo, listas para ser armadas y detonadas. Al verlas, Hans sonrió. Aquello era un golpe de suerte; bien usadas podían marcar una buena diferencia. Sin dudarlo, se guardó los explosivos en uno de los bolsillos más grandes de su chaleco, y desistió de seguir buscando en el cadáver.

Era el momento de continuar. Hans regresó a la habitación donde se le apareció la joven pelirroja. Lo hizo caminando rápido y tratando de hacer la menor cantidad de ruido posible, pero esto último era complicado, pues al ser una obra, el suelo estaba lleno de pequeños y ruidosos escombros. Al llegar al umbral de la puerta, esquivó el cuerpo inerte y sanguinolento de su primera víctima rodeándolo mientras evitaba pisar el charco de sangre que había dejado a su alrededor. Después, agachándose, se aproximó lentamente al hueco de la ventana para observar a los dos Hades que quedaban, entonces alzó levemente la cabeza y avizoró el exterior. Seguían en el mismo lugar, aunque ahora sentados en frente uno del otro, sobre sendas pilas de ladrillos, mientras charlaban aparentemente despreocupados. Hans, aliviado, se alejó de la ventana, respiró hondo, y analizó su precaria situación.

A2plus: Esencia Evanescente I y II (YA EN LIBRERÍAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora