Capítulo 35: ¿Qué viste en mí?

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Capítulo 35

¿Qué viste en mí?

 

«¿Por qué? ¿por qué no lo hiciste, Ishtar? ¿Qué viste en mí?»

*    *   *

Una semana atrás…

Alerta, código negro, alerta, código negro. Se ha producido un accidente de categoría cinco dentro de la zona de aislamiento. Todo el personal no militar debe abandonar inmediatamente las instalaciones. Riesgo de contaminación mental inminente. Esto no es un simulacro, repito, esto no es un simulacro.

Una alarma había comenzado a sonar por todo el complejo secreto subterráneo que SEGDIAN tenía en Berlín. El doctor Declan Kindelan (el hombre encargado de llevar la investigación de las capacidades y misterios de la pro-human Ishtar 001a) se estremeció al escuchar la estridente sirena que acompañaba al repetitivo mensaje.

«¿Un accidente? ¡Eso no era posible! ¡Debía de tratarse de un maldito error!», pensó el hombre. Consciente de lo que esa alarma podía significar, se levantó muy nervioso del asiento de su lujoso escritorio y salió cojeando de su despacho con el afán de averiguar qué era lo que estaba pasando. Sus peores augurios parecieron confirmarse nada más abrir la puerta. Justo pasando frente a él se encontró a un pequeño grupo de guardias de seguridad que se dirigían, a toda prisa, a la estancia conocida como La Casa de Muñecas: el lugar donde había permanecido encerrada la enigmática y bella nephilim, obra de A2plus. Desconcertado e intranquilo, el doctor quiso preguntar a los militares sobre lo que estaba ocurriendo, pero era tal el afán que los soldados tenían que ni siquiera repararon en la presencia del investigador y pronto desaparecieron de su vista. Esto le hizo sospechar al científico que algo muy malo estaba a punto de acontecer.

En extremo preocupado, Kindelan echó a correr para seguirles. ¡Bajo ningún concepto podía permitirles a esos animales que hiriesen a la nephilim! ¡Ella era la única esperanza que le quedaba al ser humano para que ocurriese el profetizado evento conocido como El Neogénesis de la Civilización!

El investigador —que no podía avanzar tan rápido como los militares por culpa de una enfermedad degenerativa en sus huesos— recorrió cojeando los largos y albos pasillos del complejo subterráneo con el corazón en un puño. No tenía ni idea de qué era lo que estaba pasando, pero le preocupaba sobremanera que la joven de cabellos verdes resultase herida fatalmente por el desafortunado disparo de algún soldado aterrado.

Con ayuda de su inseparable bastón, subió una serie de escaleras que le condujeron hasta el piso superior, el lugar donde había permanecido encerrada Ishtar. Al alcanzar ese nivel, el retumbar —y posterior eco— de una repentina ráfaga de ametralladora lo dejó sin palabras. ¿Acaso le habían disparado con fuego real? ¿En verdad esos malnacidos inútiles habían herido o quizás incluso matado a la joven nephilim?

Angustiado por la perspectiva de perder al ser más maravilloso que jamás hubiese conocido, reinició la torpe carrera, esta vez con aún más ímpetu y desesperación que antes, aun a pesar del dolor que torturaba sus piernas. Sin embargo, en realidad, apenas pudo avanzar. Una veintena de personas aparecieron por un recodo del largo corredor que tenía frente a él. Lo hicieron corriendo aterradas hacia su dirección mientras gritaban y miraban hacia atrás como si temiesen que algo monstruoso los estuviese siguiendo. El doctor, al ver sus aterrorizadas faces, enseguida fue consciente de que, si se interponía en su descontrolada huída, sin duda lo arrollarían como si de un desbordado rio salvaje se tratase. Para evitar tal desgracia se pegó a la pared para no interponerse en su camino. Cuando pasaron a su lado, el experto quedó impactado por el terror que desfiguraba los rostros de esos trabajadores, que pálidos como cadáveres por un miedo sin parangón, corrían, trastabillaban y seguían escapando sin ser conscientes de la presencia Declan.  

A2plus: Esencia Evanescente I y II (YA EN LIBRERÍAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora