Capítulo 19: Aliados por la Fe

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Capitulo 19:


Aliados por la Fe


Los ojos de Hans se abrieron de par en par al percatarse de que aquellas dos personas, con máscaras de gas puestas sobre sus rostros, eran dos esbirros de SEGDIAN. Alertado, trató de moverse, pero su cuerpo apenas le hizo caso.

—¡Quieto ahí! —le ordenó la mujer al tiempo que le apuntaba con su fusil.

—¡Ni te muevas! —le advirtió el hombre.

Hans, que también llevaba protección antigás, se quedó inmóvil y callado. Era inútil resistirse, estaba demasiado débil y mareado para poder hacer absolutamente nada contra ellos. Se hallaba a su completa merced.

 Contrariado, y algo asustado, miró de reojo a su alrededor para hacerse una idea de cuál era su situación actual. Lo que vio le dejó bastante perplejo. Se encontraba en un amplio y largo túnel húmedo de hormigón y ladrillo, con una especie de canal en el centro. De su interior escuchaba el transcurrir de un cauce de agua, aunque por la escasez de luz no podía ver más que unos ocasionales reflejos que parecían confirmar tal hipótesis. Hans no entendía nada. Aquel sitio parecía ser parte del sistema de alcantarillado de la ciudad. Por suerte su apestoso hedor no le llegaba al olfato gracias a la máscara antigás. Pero, ¿qué hacía él ahí? ¡¿Y por qué estaba junto al enemigo?! ¿Acaso le habían capturado? Todo estaba muy oscuro, y solo podía ver algo con la ayuda de los haces de luz de las linternas que aquellos dos agentes de SEGDIAN habían depositado en el suelo.

—Así que te llamas Hans... —comentó la mujer en tono cáustico—. No tengo ninguna simpatía hacia ti, pero puedes estar tranquilo. No vamos a hacerte ningún daño.

Ansdifeng la miró con desconfianza.

—¡Je je! Diana, no se fía de ti. No me extraña, tienes una cara de cabrona... Es normal —le comentó su compañero en tono jocoso.

—¡Cierra el pico Christopher!

El mercenario sonrió y se puso de cuclillas frente a Hans.

—Imagino que por nuestra vestimenta te habrás dado cuenta de que somos agentes de SEGDIAN, tus enemigos —le comentó Christopher con un ligero tono de resignación—. Y tienes razón, al menos de manera oficial. Sin embargo, parece que todo ha cambiado para nosotros, ahora estamos metidos en un buen lio.

Hans no dijo nada, le observó en silencio, y después, sintiendo dolor, se quedó mirando extrañado su vientre, que ahora estaba cubierto por un grueso vendaje humedecido con algún tipo de ungüento. Diana, que no le quitaba ojo de encima, se percató de ello.

—Te lo hemos puesto nosotros, aunque te parezca increíble —le aseguró ella sin dejar de apuntarle con el fusil—. El ungüento que llevan las vendas ayudará a regenerar tu piel. Es una creación de SEGDIAN para sus tropas en combate, ayuda a tratar heridas graves, aunque me temo que no tan graves como las tuyas. No me extrañaría que tuvieses dañada la médula espinal.

Christopher negó con la cabeza y sonrió.

—Debes ser en verdad prodigioso si Ishtar tiene esperanzas de que te puedas curar de esas heridas.

Hans enseguida reaccionó al escuchar el nombre de la mujer de cabellos verdes.

—¡¿Ishtar?! ¡¿Qué sabéis de ella?! —preguntó alterado mientras trataba de incorporarse.

Diana, con su bota militar, le empujó el hombro contra el suelo y le forzó a permanecer echado.

—Cálmate hermosura. Te dijimos que no te movieras —le recordó Diana en tono agradable aunque con un matiz autoritario.

A2plus: Esencia Evanescente I y II (YA EN LIBRERÍAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora