Capítulo 27: Sangre de Nephilim (3ª Parte)

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Capítulo 27

Sangre de Nephilim.

(Hay una canción en multimedia, aunque en esta ocasión solo la he puesto porque me gusta)

El vehículo en el que iban Diana Knudsen y Cristopher Lancaster estaba llegando, por fin, a las inmediaciones de la zona de alta seguridad llamada Tierra de Nadie, la enorme explanada que rodeaba al complejo de la sede central de SEGDIAN.

—Buff ¡Ya era hora! —resopló Cristopher aburrido de tanto control policial— Por fin pasamos ese maldito retén.

Diana, con el trasero dolorido y las piernas adormiladas, miró su reloj de pulsera.

—Casi hora y media hemos tardado en salir de esa mierda de control, a estas horas Hans debe estar ya muerto, o con los tímpanos reventados —bromeó Diana, aunque sin mucha energía.

Cristopher bostezó y sus ojos se empañaron en lágrimas de sueño.

—Sí, es probable… ¡Agg!—se quejó— estoy cansado y me duelen los pies. Necesito dormir. Con la broma, llevamos casi dos días sin pegar ojo.

Diana también parecía estar muy cansada. Sus ojos estaban rodeados de unas oscuras ojeras, no obstante, la preocupación no la dejaba dormir. Tenía un mal presentimiento sobre lo que podría ocurrir. Aunque no sabía si ese mal augurio les afectaba a ellos, o a su amiga Odelia estando con aquel pro-human.

—Esperemos que todo vaya bien, nada bueno puede salir de lo que hoy hemos hecho si nos descubren —deseó Diana bastante intranquila al saberse traidores.

—No tienen por qué saber nada —trató de serenarla su compañero.

—Ojalá tengas razón.

Cuando llegaron al perímetro de extensa explanada de Tierra de Nadie, protegido por una verja electrificada, un foso y un alto muro con alambre de espino, se toparon con el acostumbrado puesto de guardia que vigilaba cada entrada a la zona prohibida. Cristopher al ver a los soldados armados, bajó la velocidad de su vehículo y avanzó lentamente hasta la barrera electromecánica levadiza que impedía el paso.

—Parece que han duplicado la seguridad. Hay muchos más soldados de lo normal. —Comentó algo intranquilo Cristopher mientras conducía.

—Espero que no nos estemos metiendo en la boca del lobo —deseó Diana cada vez más preocupada.

La mercenaria, tan poco dada a confiarse, desenfundó su pistola, le quitó el seguro y la amartilló. Cristopher, que estaba pendiente de conducir el auto, al escuchar el chasquido de la corredera del arma, se puso aún más nervioso.

—¿Qué haces Diana? ¿Estás loca? —le reprochó en susurros el hombre.

—Solo por si acaso… —le contestó la mujer muy seria, con la vista fija en aquel grupo de guardias.

—No hagas ninguna locura —pidió Cristopher, al que empezaban a temblarle las manos.

—Cierra el pico y conduce, no llames su atención —le ordenó Diana.

Una vez estuvieron en frente de la barrera levadiza, uno de los vigilantes se acercó al conductor y le dio unos golpecitos al cristal para pedirle que lo bajase. Cristopher apretó un botón ubicado en la puerta y el vidrio descendió. El guardia, muy serio, se quedó mirándolos de arriba abajo, especialmente a Diana, aunque no por estar escondiendo una pistola, sino por su atractivo aspecto. Después, al ver el uniforme de Urban Eagle, sonrió.

—Buenas noches compañeros —les saludó—. Menuda ha liado Urban Eagle esta noche ¿No? ¿No deberían estar descansando después de tanto ajetreo?

A2plus: Esencia Evanescente I y II (YA EN LIBRERÍAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora