Capítulo 47 - FOTO FAMILIAR

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La tormenta de esa mañana parecía un aviso de que ese día no debía salir de su cuarto. Era una de esas tormentas fuertes que se formaban con rayos y nubes oscuras, el cielo destellaba cada pocos segundos seguido por el ensordecedor ruido. El viento era fuerte y helado, Sara lo podía sentir en su rostro, todo su cuerpo estaba tiritando, pero aun así seguía inmóvil, esperando.

¿Esperando qué? ¿Congelarse? Alguna parte de su cabeza le preguntó.

Si se congelaba al menos no tendría que seguir soñando que moría su mamá.

¿Por qué? Se preguntó silenciosamente, aún estaba acostada en la alfombra afelpada en la que había pasado parte de la madrugada, inmóvil, con los ojos abiertos. Todas las noches el mismo sueño, no importaba lo que hiciera en cada uno, las cosas no cambiaban, al final su mamá aparecía desmayada en el suelo y su nana le decía que era por su culpa. Siempre despertaba en esa parte, con un grito que no emitía sonido alguno, luego salía corriendo a comprobar que su mamá estuviera bien y se hacía a su lado para cuidarla un rato. Esa noche había estado a punto de descubrirla cuando se había levantado al baño, había tenido que quedarse inmóvil en la oscuridad y luego había salido silenciosamente. Las cosas simplemente no podían seguir así, pero era tan idiota que siempre olvidaba beber del alcohol que tenía escondida para producirse lagunas mentales.

 Por otro lado, en el sueño de esa noche había descubierto algo; ella llevaba el uniforme puesto en ese callejón. ¿Cómo no lo había notado antes? Llevaba su falda a cuadros y el blazer con el escudo del Santa Sofía, pero a diferencia de otras veces, en ese callejón su uniforme estaba destrozado, sus piernas estaban lastimadas sangrando y tampoco tenía zapatos puestos. Era de noche, ella jamás usaba uniforme a tan altas horas, ¿qué podría significar?

Sara sacudió su cabeza levantándose del suelo, aquello no significaba nada. Jamás algo que sucediera en sus sueños se había hecho realidad, lo que estaba ocurriendo era producto del estrés, nada iba a pasar.

Nada. Iba. A. Pasar.

—Buenos días —saludó al ver a su mamá lista y desayunando, ella tampoco se veía muy bien, aunque no tenía su rostro tan ojeroso y apagado como ella. Ese día llevaba un vestido azul oscuro y su cabello elegantemente recogido, como si estuviera lista para posar ante las cámaras. Probablemente tenía una reunión, Sara tuvo que reprimir una mueca, esa mañana había tenido que usar los mejores correctores de la marca de su papá en su rostro, cuando Mario la viera esa tarde la iba a asesinar.

—Hola hija —Erika intentó sonreír, pero el esfuerzo no estaba funcionando mucho. Sara decidió sacar de su maletín un pequeño paquete rosa, pensaba dejarlo en su despacho, pero tal vez si se lo entregaba allí ayudaría a mejorar su estado de ánimo.

—Mira, te compré algo.

Erika la miró con sorpresa mientras lo recibía, aunque luego al abrir el elegante paquete su rostro se iluminó milagrosamente.

—Esto es… es precioso—dijo tocando la delicada tela del babydoll rosa como si fuera sagrada—, aunque bastante sexy.

—Lo es —Sara sonrió por primera vez—. Me gusta.

—A mí también —susurró al mirarla—. Muchas gracias por esto, hija.

Cuando finalmente se sentó a desayunar, se sentía un poco mejor, ver a su mamá sonreír sonrojada por aquel regalo hizo que olvidara por completo aquella noche en vela y su pesadilla. Ella estaba bien y así iba a seguir.

—Espero que algún día puedas usarlo para la persona que en verdad quieres —murmuró distraídamente antes de dar un bocado a su fruta.

Su mamá dejó a un lado el paquete y la miró con el ceño fruncido.

AtrapadaOn viuen les histories. Descobreix ara