Capítulo 43 - DESPEDIDA

1.9K 50 5
                                    

—¿Sara?

Sara saltó de su puesto y ocultó de inmediato la hoja de su nota. Al ver que era David se tranquilizó un poco.

—¿Puedo sentarme?

 Ella sonrió y le ofreció la silla de Emma.

—Creí que estarías con tus amigos.

—Yo también, pero no dejan de preguntar por ti —suspiró—. Me odian porque mi teléfono era el primero en el papel.

Sara sacudió su cabeza mientras seguía haciendo dibujos en su agenda.

—No fue así como te elegí —confesó en voz baja—. Me parecías familiar.

—¿Familiar, yo? —parecía nervioso—. Yo no he hecho nada, lo juro.

Sara empezó a reír frunciendo el ceño, ¿de qué estaba hablando?

—En fin —él suspiró—, ha sido una mañana extraña.

Sara también suspiró, sí que lo había sido. Aunque ni siquiera la actitud de Alex lograba superar la nota que había sacado en el examen de historia, en ese momento temía volver a sacar la hoja y descubrir que todo era un engaño de su cabeza.

—Creo que te debo una disculpa —murmuró después—. Sobre lo que sucedió en la entrada.

David negó con la cabeza mientras jugueteaba con su reloj.

—Sólo estaba preocupado por ti. ¿Quién era ese tipo?

—Bueno, sobre eso también te debo una disculpa; te mentí —confesó—. La verdad es que si estoy saliendo con alguien.

David frunció el ceño.

—¿Con él? —Preguntó incrédulo—. Ese tipo tenía cara de psicópata, Sara. El monstruo de mi camisa era más agradable.

—Él no es así… no era así —Sara hizo una mueca al recordarlo—. Voy a terminar con eso.

—Pues deberías hacerlo, si quieres podríamos enviarle un mensaje de texto ahora mismo.

Ella sonrió con sorpresa.

—No voy a terminarle con un mensaje de texto.

—¿Por qué no? Estamos en la era digital.

—Porque… olvídalo —dijo sacudiendo la cabeza—. La verdad es que tienes miedo de que él quiera golpearte.

Él empezó a reír con sorna.

—Te dije que he estado entrenando, no me da miedo.

—Claro, por eso llamaste a To… lo llamaste a él.

—Lo llamé para que viera como lo golpeaba.

Sara sonrió a pesar del recuerdo del rostro llenó de furia de Tomás. ¿Qué estaría pensando de ella? Él le había dicho la noche pasada de que esa sería la última vez en que la dejaría marcharse, pero esa mañana no la había detenido.

—No debiste llamarlo —dijo un poco más seria—, él ya no es nada mío, no tiene por qué defenderme.

David suspiró.

—Lo sé, pero él estaba muy preocupado. Incluso en clase; nunca deja de mirarte. De hecho, no tengo idea cómo hace para sacar buenas notas si nunca deja de mirar…

Sara levantó la mano para que se detuviera, no podía soportar escuchar eso, pero su corazón ya estaba palpitando con rapidez. Él la miraba, incluso en ese momento podría estar mirándola.

AtrapadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora