Capítulo 37 - PARANOIA

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Sara iba camino a los vestidores para cambiarse el uniforme antes de ir a la cita con la doctora cuando recordó que aún no le había avisado a Tomás sobre el trabajo.

¡Maldición!

Ignorando el cansancio y el temblor de su cuerpo, empezó a correr rumbo al estacionamiento rogando que no se hubiera marchado aún. Al llegar redujo la velocidad, él estaba aún allí hablando con algunos compañeros, por fortuna Val no estaba cerca. Sara ocultó un estremecimiento arropándose con su abrigo y apretó sus manos temblorosas, en vez de acercarse donde ellos seguían hablando decidió pararse cerca de su auto y esperarlo.

De no haber sido porque unas semanas atrás había actuado de la misma infantil forma al buscarlo en Aqua, estaría sorprendida de estar actuando así ahora; pero en ese momento se dio cuenta de que en realidad era normal en ella actuar siempre como torpe cuando estaba con él. Nunca se había dado cuenta, pero incluso mientras eran amigos, ella siempre había sentido esos nervios al verlo, ese cosquilleo cuando le sonreía. Siempre había sentido algo por él, pero siempre había mantenido esos pensamientos bajo llave en el fondo de su mente.

Hasta ahora.

Maldición.

Cuando vio que él se despedía y daba la vuelta para dirigirse a su auto, quiso salir corriendo de allí. Él se detuvo por un momento como si no pudiera creer que ella estuviera allí, pero su expresión pasó a ser indescifrable cuando se acercó.

—¿Me necesitas? —preguntó con voz tranquila, aunque Sara la sintió como hielo quemándola.

Ella asintió controlando sus nervios.

—Sólo quería decirte que el trabajo ya está hecho, voy a pedir a Gaspar que lo lleve a tu casa más tarde para que lo leas.

Hubo una pausa.

—No necesito que me hagan trabajos —él protestó de una vez—. Si tanto es el problema, cada quien hace el suyo.

Sara sacudió su cabeza.

—No puedo hacerlo.

—Sí, ya se. Tienes la cita con la doctora…  

—No es eso —Sara finalmente lo miró a los ojos. En ese momento no importó nada más, quería que viera en sus ojos la honestidad con la que estaba suplicando—. No puedo hacerlo contigo.

Él dio un paso involuntario al frente y apretó sus puños como si hubiera tenido intención de tocarla. Nunca en su vida había visto tanto anhelo en una mirada.

—¿Por qué? —él preguntó en voz baja.

Sara sacudió su cabeza.

—¿No lo entiendes, Tomás? —Dijo con los dientes apretados y sus ojos fijos en los de él a pesar de que estaban ardiendo—. ¿No entiendes que no puedo soportar estar cerca de ti?

—Pues debo ser un estúpido, porque en verdad no lo entiendo.

Sara tragó, ella abrió la boca para decirle que no era estúpido, o tal vez que ambos eran estúpidos, pero sólo sacudió la cabeza frustrada.

—Sólo haz lo que quieras —entonces, sintiéndose la persona más estúpida del universo, sólo dio la vuelta y se dirigió a su auto huyendo de allí.

—¡Soy una tonta! —gruñó mientras conducía. ¿Es que era tan difícil controlarse unos minutos? Pero es que Tomás siempre lo hacía tan difícil, el trabajo ya estaba hecho, ¿tanto le costaba sólo recibirlo y leerlo? ¿Por qué diablos tenía que ser tan correcto?

Sara no se sorprendió al ver que había terminado conduciendo a Collina, luego de la patética forma en que había huido tras enfrentarlo necesitaba un poco de calma. Ella estacionó su auto afuera del edificio, agarró sus maletas y se bajó, mientras subía por el elevador escuchó su celular, era un mensaje:

AtrapadaWhere stories live. Discover now