Capítulo 42 - SUEÑOS Y PESADILLAS

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Sara estaba nuevamente en ese lugar oscuro y no pudo evitar sentir miedo, pero ya no quería correr, no valía la pena si el final era el mismo.

—¿Nana? —llamó, pero nada pasó. El callejón, la oscuridad, la sirena a la distancia, la roca cayendo en el charco.

La soledad.

Sara se agarró la cabeza con sus manos. Como quisiera dejar de soñar. Su corazón estaba palpitando como si de todas formas hubiera corrido, su respiración eran jadeos disonantes que hacían eco en la oscuridad.

—¡¿Nana?! —Llamó nuevamente entre sollozos—. Voy a dejar de soñar, así deba renunciar a verte, ¿me escuchas? ¡No quiero soñar más! ¡No puedo soportarlo!

Pero en vez de aparecer su nana, el suelo de pronto empezó a temblar, Sara se agachó cubriendo sus oídos mientras escuchaba un zumbido provenir de las paredes del callejón.

Voy a dejar de soñar… Voy a dejar de soñar…

—Señorita, ya es hora. Recuerde que no puede llegar tarde otra vez.

Sara abrió los ojos lentamente y saltó al darse cuenta que estaba acostada en el suelo en posición fetal y con sus manos cubriendo sus oídos.

—¡Si, ya… ya voy! —respondió con voz chillona mientras se levantaba, luego entró rápidamente al baño intentando no pensar en la forma en la que había despertado. Ella no iba a llegar tarde otra vez, de eso estaba segura.

Cuando ya tenía el uniforme puesto, buscó un abrigo azul oscuro, sus medías oscuras y unos botines bajos, se dejó el cabello suelto y se maquilló apenas un poco.

—Buenos días —saludó David, quien ya estaba listo y desayunando cuando bajó. A un lado de su plato estaban sus gafas hipster, era la primera vez que lo veía sin ellas puestas, tenía unos ojos ámbar muy bonitos.

—Buenos días, señor fiestero —Sara se sentó a su lado y sonrió mientras veía en su celular la foto que él había elegido de perfil, allí salían los dos juntos sonriendo como si fueran viejos amigos—. Me gusta.

—La eligió tu mamá —le confesó—. Desde que la publiqué he recibido cien invitaciones para agregar amigos.

—¿En serio? —Sara sacudió la cabeza aun riendo—. Te lo dije: Internet vuelve locas a las personas.

—Y los chismes también.

—Exacto —sonrió.

—Oye… Sara —empezó David un poco nervioso—. Me preguntaba si tal vez esa foto te podría traer problemas con tu.. eh…

Sara dio un bocado para evitar responder de inmediato. No había querido pensar en Alex, y mucho menos desde lo que había sucedido con Tomás, pero necesitaba ser honesta con ella misma: no quería continuar con él. Aunque eso ya lo había pensado mucho antes, al ver la forma en que se había enojado por la alarma de incendios ese día. Había algo que no le gustaba de Alex, que la hacía pensar que tal vez no tenían tanto en común como había imaginado.

O tal vez esa era la excusa que se estaba inventando a sí misma cuando la verdad era que no lo amaba y se había engañado todo este tiempo queriendo salir con él.

En ese momento su mamá entró mientras hablaba por teléfono y los saludó a ambos con una sonrisa. Dios, amaba tanto verla sonreír.

—Por supuesto que no hay problema —Sara mintió sonriendo a David—. Nadie te va a golpear por esa foto.

Él sonrió aliviado.

—Aunque si alguien lo hiciera no habría problema, yo sé defenderme totalmente.

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