Capítulo 31 - MARÍA

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—Estoy arreglándolo, Emma —repuso con sinceridad—. Anoche me dijiste que yo había arruinado tu vida. Pues bien, te la estoy devolviendo... sólo si aceptas mis condiciones.

Emma sacudió su cabeza, ella hasta llegó a darse un pellizco en su brazo como si no pudiera creerlo.

—¿Te estás rindiendo?

—Bueno, si así quieres llamarlo —Sara suspiró y tuvo que mover una de las sillas para sentarse, esto iba a tardar más de lo que había imaginado.

Emma ni siquiera le prestó atención con el ruido que estaba haciendo, parecía como si su mente hubiera salido volando de allí.

—Si te estas rindiendo... —murmuró lentamente—. Entonces, ¿por qué no estoy feliz?

Sara sonrió ante eso, probablemente Emma había esperado que soportara un poco más en la guerra privada que tenían, así podría disfrutar su victoria, así como la noche pasada. Pero en ese momento sacar la bandera blanca y rendirse la estaba haciendo sentirse más tranquila de lo que había estado en mucho tiempo.

—Vas a estarlo, Emma. Cuando yo ya no esté en tu camino.

Emma resopló ante eso.

—¿Por qué lo haces?

Sara la miró fijamente, en ese momento descubrió que ella no tenía sus lentes azules y por primera vez pudo apreciar sus ojos avellana. Eran muy bonitos, era una pena que viviera ocultándolos.

—Simplemente han sucedido una serie de situaciones que me han hecho reaccionar —murmuró—. Sólo dime si aceptas.

Por un rato se quedaron en silencio, una mujer se acercó unos minutos después y les ofreció a ambas jugo de mandarina, Sara sonrió agradecida, pero Emma ni siquiera la miró. Sara se dio cuenta de que no era por ser grosera, Emma estaba perdida en sus pensamientos, probablemente buscando alguna forma de sacar provecho a su trato. Sara esperó un rato más, luego suspiró al ver la hora, no tenía tiempo para esto.

—Sólo dime si aceptas, no es tan complicado.

Emma la miró nuevamente, luego asintió con su cabeza sin decir palabra. Sara sonrió, era todo lo que necesitaba.

—Gracias, Emma —dijo al levantarse de la silla—. Cuando tenga todo organizado te llamaré.

—¿Y qué vas a hacer cuando te expulsen? —preguntó Emma, poco a poco estaba reaccionando.

—Buscaré otro, como siempre —Sara sonrió encogiéndose de hombros—. Probablemente en otra ciudad, tal vez Alex me ayude.

 —¿Alex? —Emma frunció el ceño.

Sara sonrió.

—Sí, mi novio ¿Lo recuerdas?

Ella sólo se encogió de hombros.

—No sabía que iban tan en serio...

—¡Por supuesto que vamos en serio! —¿Lo iban? Alguna parte de su cerebro le preguntó.

Emma sonrió con dulzura.

—Si eso fuera verdad anoche no habrías reaccionado así.

Sara la fulminó con la mirada.

—Tregua, ¿recuerdas? —le recordó—. No me presiones.

—No te presiono, sólo que no puedo evitar recordar tu gesto de dolor de anoche —ella hizo una pausa—. Lo quieres… lo sé.

Sara levantó el vaso con lo que quedaba de jugo de mandarina y se lo bebió de una bocanada. Sabía a quién se estaba refiriendo, lo sabía tanto como sabía que era esa la causa del dolor en su pecho.

AtrapadaWhere stories live. Discover now