Capítulo 23 - ACOSADOR

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El conductor del taxi ese día era un señor de aproximadamente unos 40 años, medio calvo y que al parecer era fanático de Katy Perry. Mientras se dirigían al centro comercial Aqua, el hombre iba tarareando Roar y Sara quiso llamar a Val para que escuchara su concierto privado, pero se sintió insegura de sacar su celular. Estaba sola en la calle con un desconocido con su bolso lleno de tarjetas de crédito y un celular de brillantes, no parecía muy buena idea estar luciendo esas cosas. Al final lo único que la ayudó a mirar por la ventana mientras se unía al desafinado coro del señor.

Durante el viaje sólo hubo un momento en que se puso nerviosa, fue cuando se dio cuenta que el conductor la estaba mirando por el espejo retrovisor mientras seguía cantando, pero luego respiró aliviada cuando vio el centro comercial a lo lejos. Era gracioso pensar que tan sólo veinticuatro horas atrás había ido al mismo lugar para buscar a Tomás, se había escondido allí y luego había salido corriendo como loca, y por supuesto, ¿cómo olvidar el detalle del desmayo? En verdad esperaba que nadie la reconociera.

Al detenerse, Sara no esperó a que le cobrara y le pasó unos billetes.

—¿Suficiente? —preguntó. Cuando él asintió y fue a buscar para darle el cambio y ella salió prácticamente huyendo—. No se preocupe, gracias.

Esa era una costumbre de los Smith, odiaban pagar en efectivo y que les dieran de cambio monedas y muchos billetes que terminaban botando o haciendo estorbo. Así que cuando ellos no podían pagar con tarjeta, pagaban con billetes y rogaban que no les trajeran el cambio, fuera lo que fuera, eso quedaba de propina.

Al entrar al fin a la comodidad del centro comercial, lo primero que hizo fue buscar la plazoleta de comidas VIP. Tenía mucha hambre, no había comido nada desde el cereal del desayuno y en el colegio no había tenido tiempo. Ella vio el Café Charlotte, el mismo lugar donde había estado Tomás con sus amigos, y se dirigió exactamente a la misma mesa, luego pidió lasagna y Coca-Cola, ya que no tenía ganas de mirar el menú.

—Sabía que volverías a llamarme hoy —dijo Val al contestar.

—Eres muy optimista —murmuró Sara, había decidido llamar mientras esperaba la comida—. ¿Cómo te fue hoy?

Hubo una pausa y luego una leve risa al otro lado de la línea.

—¿Quieres decir con Cristian? —Inquirió Val— Si, ya hablé con él.

Sara hizo una mueca, no era un secreto que era pésima para las preguntas de doble sentido.

—¿Y qué tal?

—Vamos a salir esta tarde —dijo su amiga un poco tímida—, después te cuento. ¿Dónde estás, S?

—En Aqua —repuso aún enojada—, en mi casa se olvidaron que yo comía, así que voy a aprovechar para comprar algunas cosas.

Val siguió riendo, debía de estar de muy buen humor para reír tantas veces seguidas en una sola llamada.

—Obviamente eso de ser distraídos es de familia.

—Eso creo, pero aun así me dolió —dijo con un suspiro—. Nunca había pasado y lo peor es que estoy sin auto, vine en taxi.

—Ahora, eso es extraño —murmuró Val un poco más seria—. Si quieres cancelo con Cris y te acompaño.

—¡No! —exclamó inmediatamente, Val era buena amiga, pero a veces se pasaba un poco—. Ni se te ocurra, Díaz. Tú vas a salir con Cristian y luego me vas a contar todos los detalles.

—De acuerdo, mamá —bromeó su amiga. Valeria había reído y bromeado con ella en una sola llamada, era un record.

—Bien —murmuró Sara haciendo un esfuerzo por no reír—. Sólo quería decirte dos cosas. Primero: debes verte preciosa y segundo, por favor, no hables de tareas, ni libros, ni nada de eso... es molesto.

AtrapadaWhere stories live. Discover now