Capítulo 23

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Me soltó.

Siento el frío penetrar entre los poros de mi cuerpo y adueñarse de mi interior como una fina capa de nieve blanca. Mi cuerpo tiembla y distingo un frío metal bajo mi cuerpo; sin embargo, aún no puedo abrir los ojos, y es tan angustiante!

Es como si tuviera lazos de hierro alrededor de mi cuerpo, lo cual evita el movimiento de mis extremidades. Si tuviera que elegir la sensación más horrible del mundo, sin dudar elegiría la impotencia. Es horrible no poder moverte, no poder pelear, ni defenderte. 

Si en este momento tuviera una pistola, sin dudar jalaría el gatillo en dirección a mi cabeza. Saltaría del edificio más alto con los brazos extendidos en señal de libertad. Me tomaría dos cajas de somníferos y dormiría toda la eternidad. Lo que sea para acabar con toda esta impotencia y este dolor interno que me está matando, cada vez que recuerdo la mirada de complicidad de Jaden y papá. Mejor dicho... de Jaden y Jeremy. Él no es mi papá; los padres no hacen eso; ellos no entregan a sus hijos para que los traten como dementes. Ellos los ayudan a ser mejores, cosa que Jeremy jamás hizo.

-Tienes que ser fuerte cariño -escucho la voz de mamá.

Su preciosa voz retumbante en mi cabeza, tierna y dulce como la recordaba.

Intento abrir los ojos, pero mi lucha es en vano, todo mi cuerpo se rehúsa a responderme y esta sensación cada vez me está ahogando más. 

De repente escucho una puerta abrirse y uno pasos con tacones se acercan a mí. Siento las yemas de sus dedos deslizarse por mi brazo y al instante se me eriza la piel.

-Señorita Smith -su voz es grave y tiene una acento sofisticado -Despiértese. -exige con mucha calma.

El pánico se apodera de cada célula de mi cuerpo y siento mil nudos formándose en mi estómago. 

Intento abrir mis párpados pero solo logro sacudirlos. Intento mover mis brazos, pero solo recibo dolorosos espasmos.

Siento el cuerpo de la mujer inclinarse hacia el mío y en un instante siento su suave respiración en mi cara. Mi pulso se acelera y lo único que quiero es escaparme de este lugar, alejarme lo más que pueda de esta mujer que provoca tanto miedo en mi interior.

Se vuelve a alejar de mí y sin previo aviso estrella su mano en mi rostro. Casi caigo del frío metal en el que estoy, sin embargo, algo logra sujetarme. Al instante abro los ojos como platos sobresaltándome ante la situación.

-Así me gusta -espeta la mujer.

Al verla, inmediatamente me dan náuseas, y no es porque sea poco atractiva, sino todo lo contrario, es espléndida. 

Tiene unos ojos color miel y el cabello rojizo sujetado en un moño. Es bastante delgada, lo cual la hace ver aún más elegante en esa falda, camisa y saco que lleva puesto. Tiene una nariz respingada y está perfectamente arreglada. Ni un solo cabello fuera de lugar.

Abro la boca para hablar, pero ella me detiene con un gesto de su mano. 

-Soy la doctora Nancy Grace -clava sus penetrantes ojos en los míos -Y las reglas son las siguiente...

Esta mujer está loca. Y es tan irónico porque ella es la encargada de los dementes. Todo en ella me incomoda; su forma de mirar, su forma de vestir, su forma de hablar, su estúpida belleza y sus malditas reglas sin sentido.

REGLAS DEL "HOTEL PARA DEMENTES".

1) No puedes recorrer en los pasillos, eso perturba a la doctora.

2) No puedes tocar a los enfermeros y bajo ninguna circunstancia, debes acercarte a la doctora, si no ha sido ella quien te ha llamado.

3) No puedes arrancar las flores del jardín.

4) No puedes guardarte la comida para después y si no comes todo a tiempo, deberá aguantarte el hambre. Se come solo tres veces al día.

5) La doctora es dueña de tu cuerpo. Ella puedo manosearte, golpearte u obligarte a lo que ella quiera.

6) No puedes encerrarte en tu habitación.

7) Solo hay un día de visitas a la semana y si te comportas mal se te arrebatará ese privilegio.

8) Tú estás demente, acéptalo y asume las consecuencias.

9) Te inyectarán sedantes las veces que quiera la doctora.

10) Está estrictamente prohibido mantener algún tipo de relación con los demás huéspedes.

En definitiva, esa mujer está loca. Y no se equivoque maldita arrogante, yo pongo mis propias reglas.

Recorreré en los pasillos cuando quiera. Golpearé a los enfermeros que sean necesarios. Arrancaré todo tu puto jardín. Me guardaré toda la comida que me quepa entre la ropa. Nadie me obligará a hacer nada. Me encerraré todo el día en esta habitación si es necesario. Recibiré todas las visitas que yo quiera, o pagarán las consecuencias. No estoy demente, la perra de la doctora lo está. Yo les inyectaré los sedantes a ustedes si se me acercan. Mantendré todo tipo de relación con los demás pacientes.

Cuídense, porque no solo inyectaron sedantes en mis venas, sino también una ira desenfrenada.



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