3. Qué pesadilla

189K 7K 938
                                    

Perdonen las faltas de ortografía y la tardanza, disfruten la lectura. :) 

***

3

Qué pesadilla




Salimos de la enfermería una media hora después. Ambos nos habíamos ajustado el saco correctamente de nuevo y caminábamos en silencio, aunque yo no estaba segura hacia donde.

—Tenemos que averiguar como regresar a la normalidad. Pero ya —dije.

—¿Tienes alguna propuesta?

Me quedé pensando unos minutos antes de responder.

—Vayamos a las escaleras. Tal vez podamos recordar algo.

Asintió. Era posible que al mirar el lugar del incidente recordáramos algo de lo sucedido.

No tardamos mucho en llegar, puesto que la enfermería estaba en el mismo piso que las famosas escaleras. No eran las únicas de la escuela, por supuesto. Había muchas más, esas sólo eran más de unas tantas. Eran un poco altas, con un descanso en cada vuelta, y había que subir dos columnas para llegar al siguiente piso.

Al llegar, nos quedamos parados ante el primer escalón, admirando el ascenso. Seth se sentó en el segundo después de un suspiro. Ni siquiera me molesté en ver cómo se había sentado antes de soltar:

—Cierra las piernas se te ve todo el pacífico.

—Cierra la boca, se te sale toda la estupidez.

Sin embargo, me obedeció.

Me le quedé viendo, perdida. Seth tenía la mirada en un punto más allá del suelo. Su comportamiento me llevó a pensar en las preguntas sobre cómo habíamos terminado de ésta manera, cómo todo resultó ser de ésta forma, la manera en la que teníamos que solucionar esto juntos a pesar de no haber querido esto. ¿Sería algo así como obra del destino? Además, ¡qué rayos! ¿Cómo carajos llegamos a terminar de así? ¿Por qué estábamos en el cuerpo del otro? Nosotros nunca estuvimos conectados por nada, no teníamos relación alguna.

O bueno, tal vez una vieja relación.

Sólo al principio del año, en ese entonces, él era el chico nuevo y no tenía a nadie con quien socializar y no muchos se le acercaban porque parecía tener una aura negra a su alrededor, asesinaba con la mirada a cualquiera. A mí me había resultado familiar su rostro, y ya que no estábamos en el mismo salón, no me di cuenta de cómo lo trataban los demás. Yo me había acercado a él en el recreo, preguntándole si quería que lonchásemos juntos, o que, si le agradaba la idea, que fuera a lonchar junto con mis amigas y conmigo. También le di el empujón de hacer amigos. Cuando un chico que estaba en su salón se acercaba, le decía si era buena onda o si le convenía estar con él; bueno, le dije sólo los que conocía. Así fue por tres días, yo siempre me arrimaba y le hacía plática. Él nunca me miró mal ni me rechazó de ningún modo, pero tampoco hacía el esfuerzo por socializar conmigo.

Siempre trataba de recordar dónde había visto su rostro antes, pero no me fue posible con el poco tiempo que tuve. Al cuarto día, me dijo que no necesitaba amigos y que lo dejara en paz. Fue la primera vez que me dirigió oficialmente la palabra, y en ese entonces creí que también la última. Me di por vencida, me encogí de hombros y le dije "haz lo que quieras". Con el tiempo, se abrió un poco a las personas. De repente ya le veía con más chicos y chicas a su alrededor, en especial mujeres. Pero nunca le vi tan íntimo con ninguno, no parecía tener amigos cercanos.

CambioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora