1. Despierta

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Despierta



—Jenna Kent, favor de presentarse en el aula de profesores.

No soy una chica miedosa, realmente no le temo a muchas cosas. Pero ¡rayos! ¿El aula de profesores? ¿En serio? Aún no estaba lista para morir, tenía mucha vida por delante. Quería ir a la universidad, casarme, tener hijos, arrugarme junto a un hombre que al menos me soportara, y morir gloriosamente como Coco Channel.

Yo, Jenna Kent, tenía miedo.

Sí, miedo.

Me dirigí tranquila por los pasillos del instituto hasta llegar a dicha aula. Toqué con dos golpecitos la puerta y me abrió el profesor Roger de Educación Física con el habitual uniforme deportivo.

—Jenna—me dijo—. El maestro Thorton quiere hablar contigo.

Asentí y me dirigí al escritorio de profesores. Era más bien como una mesa grande, que abarcaba el largo del aula y varios profesores se sentaban alrededor, separados por cubículos, algo así como para dar más privacidad. Encontré a Thorton anotando algo en una libreta arriba de unos exámenes.

—Profesor ¿me hablaba? —le interrumpí en su tarea.

—Oh, Jenna. Sí, sí. Yo te llamé. Siéntate, por favor.

Tomé asiento en una silla giratoria que se encontraba justo a lado.

—¿Y bien?

—Quería hablarte, Jenna, sobre tu último examen. —Oh–oh. Me lo temía.

El profesor no se fue con rodeos, fue directo al grano, lo cual agradecí por evitar una escena incómoda.

—Explícame por qué reprobaste. Tú nunca has reprobado un examen, y tu calificación está por muy bajo de la media.

No agregó más. Yo me encogí de hombros.

—No lo sé. Supongo que eso sucede a veces, ¿no? Quizá no estudié lo suficiente —en realidad no estudié nadita—. A cualquiera le pasa, profesor, no se alarme.

—Usted no es cualquiera, señorita Kent, y lo sabe. Sus promedios tienen fascinados al colegio entero y al director—. Se había inclinado un poco para dar énfasis a sus palabras—. No entiendo cómo pudo sacar semejante nota en un examen tan importante.

Ni tan importante, pensé. Sólo los trimestrales. Me tenía sin cuidado lo que el profesor dijera. Había reprobado a propósito.

Lo que siguió fue más de la misma sopa. Me dio un monólogo sobre por qué es importante mantener las buenas notas para beneficiarse de ellas en un futuro y el estatus y reputación que éstas me ponen a mí. Yo sólo asentí y prometí no volverlo a hacer.

Con respecto al por qué lo hice, ni siquiera yo lo sé. Quería ver qué se sentía reprobar al menos una vez, pero me daba cuenta de que alguien con calificaciones como las mías no podía darse ese lujo sólo por "probar" porque el colegio entero se daba cuenta.

¿En qué estaba pensando?

Arrastrando los pies, regresé a mi salón. En la vuelta de un pasillo, sentí cómo alguien pasaba por mi lado, golpeaba fuertemente mi hombro y se adelantaba unos pasos. Qué grosero, pensé. Seguramente lo había hecho a propósito, siendo un pasillo grande, nadie choca de ese modo. Abrí la boca para disculparme con la persona y primero vi el uniforme masculino hasta llegar a la cara del culpable, aún de espaldas, lo reconocí. Nadie más ni menos que Seth McFare.

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