8. Tercer beso.

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Hay video para que le puchen play, lo recomiendo al inicio del capítulo, pero pueden escucharla a lo largo de todo el cap, cuando quieran :) 


***


De algo estaba segura: no había pasado mucho tiempo ahí tirada en el suelo. El receso seguía, no había acabado porque aún no había escuchado ningún timbre. En cuanto terminara, los chicos de la siguiente clase vendrían y se darían cuenta de que estaba aquí, era sólo cuestión de tiempo. Agradecí ese error que tuvo Fatima de encerrarme en el recreo en lugar de la salida, donde nadie podría haberme escuchado. Pero no podía esperar tanto tiempo. No llevaba ahí mucho y ya me habían parecido siglos. Oscuro, sola, ciega, temblando. 

Ruido. Tenía que hacer ruido. Alguien debía estar pasando por ahí y escucharía ruidos que le llamarían la atención. 

Me recordé que todo estaba en la mente, que el frío sólo era frío si yo así lo quería; así que me concentré en lo caliente. Pensé en que estaba caliente, que esto no era nada, olbigué a mi cuerpo a dejar de temblar y concentrarse en moverse hacia delante. Empecé a tentar en la oscuridad, buscando algo grande y útil para pegarle a la pared, o a la puerta. Caminé derecho hasta que di con algo que me dio en la espinilla, seguramente una tabla de esas donde miden qué tan alto puedes saltar. Me agaché y tenté su anchura, no era muy grande, así que debía haber más por ahí, más grandes y pesadas. Seguí tentando hacia delante hasta que mis manos dieron con la pared, las deslicé por ella hasta que algo calló, sonó como plástico, ligero contra cosas pesadas en estado de reposo. Mis pies avanzaron más, pero las tablas lo impidieron. Me incliné hacia adelante, hincada y busqué lo que se había caído. Debajo de mis dedos encontré algo largo de un material que no supe identificar, un palo cuadrado, tan ancho como mi puño, largo, muy, muy largo, por lo que mis manos sintieron. Pensé en el club de atletismo y supe que era uno de los palos que utilizaban para el salto con garrocha. Detrás de ese, sentí otros cuantos más, pero sólo sujeté ese con fuerza y tiré de él, sacándolo de donde fuera que estuviese, haciendo que otros objetos cayeran con el movimiento, escuché balones rebotar, aros de hula hula y un gran estruendo, pero eso no importó, el objetivo era que me escucharan. Una vez con la garrocha en mi poder, tenté por la pared hasta sentir la madera de la puerta. En el trayecto, tropecé con un balón de volleyball, lo supe porque estaba un poco agüado y liviano al pisarlo, y caí de boca contra el piso, demasiado ocupada tratando de que la garrocha no me fuera a lastimar en la caída como para no frenar el golpe de mi cabeza contra el cemento. Pude haberme desmayado si eso hubiera sido en la nuca, pero afortunadamente no fue así, sólo sentí una gran onda de calor por la cabeza y el presentimiento de que me la había abierto, y frío, como si escurrira sangre, pero al tocarme no sentí nada, sólo un chichón. Seguí mi camino hacia la puerta a gatas, me había golpeado las rodillas y no quería pararme por miedo a volver a tropezar con otro balón. Sentí la madera y fijé un extremo de la garrocha en la puerta y comencé a golpear. El sonido estruendoso de madera vieja y golpeada aturdía, pero seguí golpeando. 

Golpeé un rato más, cada vez con menos fuerza. Me estaba dando por vencida, era sólo cuestión de tiempo para que me encontraran pero me estaba congelando. Había un termómetro a lado de la puerta pero sólo Dios sabía qué decía, con esta oscuridad ni Gollum podía ver.

-¿Escuchaste eso?- escuché una voz muy, muy apagada. 

Había alguien ahí. ¡Alguien me había escuchado! Eso aumentó mis esperanzas y golpeé con más fuerza.  Tum, tum, tum, tum.

-Están las luces apagadas. ¿Hay alguién ahí?- el sonido era débil, muy débil, seguramente provenía de la entrada del gimnasio el cual estaba hasta el otro lado, muy lejos del almacén. 

CambioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora