Ansiosa

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Capítulo 07

Martín bajó de la camioneta e inmediatamente identificó la voz de Laini aunque se escuchaba bastante lejos pero por el silencio de la mañana pudo distinguirla acompañada de un ligero eco. La buscó con la mirada pero por las altas paredes no podía saber exactamente de qué lado venía y prefería no dejarse guiar por su oído. Tomó su portafolio y cerró la puerta asegurándose de poner la alarma antes de alejarse.

Espero con la vista fija en la entrada principal y después de unos minutos logró verla, ella se quedó de pie señalando hacia abajo.

—Ya vete —movió sus manos como si estuviera ahuyentando a alguien—. Vete, vete, aquí no puedes entrar —Laini se dio la vuelta dispuesta a entrar al instituto pero apenas dio un par de pasos volvió a girarse inmediatamente viendo hacia abajo, debido a la distancia no podía distinguir bien su rostro pero conociéndola seguro estaba frunciendo el ceño—. Que te vayas —gritó frustrada dando un golpe con su pie en el suelo.

Martín se encaminó hacia ella mientras la muchacha aún seguía gritando de cosas con la mirada baja. Al estar a solo un par de metros vio a quien le dirigía esos gritos. Nada más que un perrito que tal vez era blanco o beige pero debido a la suciedad parecía gris.

—Vete, anda, ya me seguiste hasta aquí, ahora largo —insistió Laini—. ¡Shu!

—¿Qué tienes contra el perro? —preguntó Martín provocándole un sobresalto.

Ella se giró hacia él con la respiración acelerada y una mano sobre el pecho.

—Joder, avisa que estás aquí, casi me sacas el corazón y no me pasé toda la noche despierta estudiando para que me mates antes de la competencia —soltó apartando la mano de su pecho, se acomodó el cabello y luego apuntó al suelo en dirección al perro—. Esta cosita ha venido siguiéndome y no se quiere ir.

El perro movió la cola animado al instante que ella lo señaló.

—¿Desde dónde te ha seguido? —le preguntó confundido. El perrito era de esos de raza pequeña y no parecía agitado por haber corrido detrás del transporte público, la parada quedaba a una calle del instituto así que debía lucir cansado, a no ser que Laini...

—Desde mi casa —respondió como si fuera obvio—. Le dije a Sandra que me llevara temprano para ducharme y ponerme otro uniforme —señaló su uniforme que lucía impecable—. A una calle de mi casa el perro estaba llorando porque se había quedado atorado en una coladera. Simplemente le saqué la pata de allí y empezó a seguirme, por más que lo ahuyenté... pues míralo, me siguió hasta aquí.

Martín frunció el ceño viendo a Laini y al perro. Sino recordaba mal, el día que la quiso llevar a su casa después del hospital el lugar donde pidió que la bajara estaba bastante retirado del instituto, si en auto tardaba unos 30 o 40 minutos caminando era mucho más, la distancia era demasiado larga.

—¿Viniste caminando?

Laini dejó de lanzarle una mirada asesina al perro y volteó a verlo.

—Sí, siempre lo hago, excepto cuando hace mucho frio o llueve —respondió encogiéndose de hombros.

—¿Desde tú casa? —inquirió seriamente.

—Sí ¿Por qué la pregunta?

—Laini, el día que traté de llevarte a casa me pediste que te dejara en la avenida 9, eso está a más de una hora caminando por no decir que es uno de los lugares más peligrosos de la ciudad —ella se puso incomoda y desvió la mirada mientras Martín seguía hablando—. ¿Todos los días caminas desde allá al instituto? ¡Podría pasarte algo!

30 días para enamorarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora