Una L plateada

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Capítulo uno

Las clases aun no empezaban y la cabeza de Martín ya amenazaba con explotar. Se sentía como un estudiante universitario en proceso de convertirse en zombi pues estaba prácticamente recostado sobre su escritorio, con ojeras y una taza de café, la única diferencia era que tenía todos los papeles, libros y otras cosas que utilizaba para dar clase en perfecto orden.

Si tan solo hubiese aprovechado las vacaciones de verano para poner en orden el programa de estudios que utilizaría ese semestre no se hubiera desvelado una noche antes haciéndolo. Martín ya conocía la forma de trabajo en el instituto Llyss pues llevaba un semestre impartiendo clases y seguían siendo el novato a pesar de que había un par de profesores más jóvenes que él.

Levantó la cabeza del escritorio al mismo tiempo en que una cabellera roja se asomaba por la puerta del aula.

Laini.

Laini Montero, esa alumna tan especial se atrevía a aparecer puntual un nuevo semestre y que en el momento en que vio a Martín lució sorprendida.

—Buenos días, Martín. ¿No me digas que darás matemáticas avanzadas a nuestro grupo de nuevo? —preguntó entrando al salón con libertad, como si se tratase de su propia casa.

Por ser un nuevo semestre les habían dado un nuevo uniforme que no tenía casi ningún cambio, sólo el escudo del instituto ocupaba más espacio en el lado izquierdo del saco gris y algunas líneas azules adornando para que no parecieran prisioneros. El semestre pasado el uniforme gris había dado mucho de qué hablar hasta en las noticias locales y en más de una ocasión llamaron delincuentes a algunos alumnos becados del instituto Llyss, en el nuevo semestre habían hecho un vago intento por mejorarlo, pero Laini ya le había hecho otros arreglos personales. La falda estaba unos dedos arriba de la rodilla y en el costado izquierdo había pegado estoperoles en una tira vertical y de alguna forma había incluido un pequeño cinturón que le daba una apariencia rebelde, algo que le quedaba a la perfección. Al saco no le había hecho ningún arreglo pues no solía utilizarlo mucho.

Martín llevaba un semestre de conocer a Laini, la había conocido el semestre pasado cuando había entrado a la clase haciendo escándalo por los uniformes que les habían dado, desde ese momento capturó su atención por el aparente poder que tenía con la misma directora del instituto Llyss. Fue ese mismo día después de clases que se enteró de quién era verdaderamente esa alumna.

Nada más y nada menos que la presidenta del consejo estudiantil de todo el instituto, lugar que se había ganado por sus excelentes calificaciones. Y aunque ella era capaz de manejar a la perfección su puesto Martín había terminado como tutor del consejo lo que lo obligó a pasar más tiempo junto a Laini y a conocerla mejor. Aun le resultaba extraño que, a pesar de su conducta en clase, en el consejo era una chica completamente diferente, se preocupaba por los alumnos, aunque algunos de ellos no la trataran precisamente bien, se preocupaba por los profesores, que también muchos de ellos esperaban con ansias su graduación, y se preocupaba por el instituto.

A pesar de que el instituto Llyss se había caracterizado por tener a los mejores estudiantes, los últimos años había estado decayendo académicamente y de no haber sido por Laini jamás se habría recuperado tan pronto como lo hizo, y es que esa pequeña pelirroja pasaba días estudiando para las olimpiadas académicas en la oficina de la directora mientras sus compañeros pensaban que se saltaba las clases e iba a hacer desastre por la ciudad. Laini adoraba que pensaran eso, ella misma seguía la corriente a las pláticas de sus compañeros, porque ¿Quién respetaría a una chica que medía menos de metro y medio de estatura y además fuese una cerebrito? Seguramente nadie.

Por eso mantenía eso como un pequeño secreto. Todos en el instituto guardaban su secreto, desde la directora, profesores, los alumnos del consejo de estudiantes hasta Martín.

30 días para enamorarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora