Lo prometo por...

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Capítulo 30

"Lo prometo por..."

—¿Se irán a vivir a otra casa? —preguntó una de sus compañeras.

Casi medio salón estaba sentado sobre el césped, comiendo sus lonches y hablando sobre la reciente fiesta de Laini.

Después de escuchar que les había gustado jugar en el patio se le escapó decir que ya no podrían jugar ahí en el próximo cumpleaños y tuvo que explicar, de forma superficial, que se mudaría de casa en los próximos días.

—Nosotros también nos cambiamos de casa antes de entrar a la escuela y ahora mi hermano y yo tenemos cuartos separados —comentó una de las niñas con emoción—. De seguro Laini y Katia van a poder dormir solas. Casi no da miedo.

Terminó con una sonrisa, como si en verdad quisiera convencerla de ello.

Laini y Evan se habían vuelto el centro de atención desde la fiesta de cumpleaños, en la primera clase todo el mundo los saludó y al salir al recreo los siguieron hasta ese lado del patio para comer con ellos.

A ella nunca le había disgustado la atención, pero Evan sí se veía cohibido, respondía con monosílabos o solo moviendo la cabeza así que Laini era la encargada de llevar la conversación con sus compañeros.

—No me molesta dormir sola, pero Katia y yo seguiremos compartiendo habitación, dicen mis papás que en el futuro viviremos en otra casa más grande para tener mascotas.

Y fue ahí cuando todos hablaron emocionados sobre sus mascotas, algunos tenían perro o gatos, otros peces y tortugas. Sentía que era la primera vez en mucho tiempo que podía hablar de esas cosas, antes siempre comía en la sala de profesores y no paraba de escuchar pláticas sobre matrimonios, engaños y cosas que niñas de su edad no deberían entender.

Tal vez por eso sabía que las cosas con sus papás no estaban bien, no como antes. Había escuchado que los niños no deberían perderse en pensamientos de temas de adultos, pero ella vagaba de vez en cuando a la conversación de sus padres y a los motivos para mudarse de casa.

Además el fin de semana no había podido hablar con Sandra y ya quería verla.

Por eso cuando terminó el recreo y entraron de nuevo a clases miraba con mucha atención el reloj, apurándolo con la mirada para que marcara la hora de salida.

Si ese hubiese sido un día normal se habría tomado el tiempo de guardar su lapicera y cuadernos con detenimiento, pero en su lugar arrojó todo dentro de su mochila de Pikachu y se la colgó en los hombros sin cerrarla del todo bien.

—Espera —dijo Evan jalándola por la mochila—. No cerraste bien la cremallera.

—¿Me ayudas con eso? —le pidió quedándose quieta mientras él le hacía caso.

30 días para enamorarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora