La única favorita

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Capítulo cuatro

"La única favorita"

Laini abrió los ojos y se apresuró a cerrarlos al sentirse cegada por la luz blanca que le daba directa al rostro. Se llevó una mano a la frente y la reposó ahí, respiró profundamente y se percató de que ya no sentía ningún dolor, tampoco su cabeza daba vueltas y sentía la temperatura de su cuerpo normal, lo que era bueno y a la vez no tanto. Se sentó inmediatamente y sintió su mano derecha pesada.

Martín estaba con ella, aunque muy dormido al parecer y le sostenía la mano.

—Oh, no —musito y vio a su alrededor. Estaba en un hospital.

Se dejó caer de golpe sobre el duro colchón y despertó a Martín. Su profesor volteó a todos lados antes de fijar la vista en ella, al verla le dedico una sonrisa ladeada y soltó suspiro de alivio.

Le soltó la mano.

—Me debes una explicación —le dijo en tono de advertencia y ella le enseñó la lengua.

—Lo que te debo es dinero —jaló la sábana blanca hasta su cuello—. ¿Por qué me trajiste aquí?

—¿Te- tenías una hemorragia interna y me preguntas por qué te traje a un hospital?

—No me respondas con otra pregunta —se sentó rápidamente y esta vez sintió un mareo por unos segundos. Martín la sostuvo por los hombros hasta que ella le indicó que se sentía bien. Pasó saliva y sintió un sabor rancio en su boca—. Disculpa —se cubrió la boca con una mano—. Lo siento, estoy bien.

Martín suspiró y relajó su cuerpo sobre la silla en donde estaba sentado, entrelazó sus dedos y le explicó a Laini sin verla.

—El doctor dijo que tenías una hemorragia interna producto de un fuerte golpe, y que era necesario tenerte en observación durante unas horas más para estar seguro de que no necesitas intervención quirúrgica o transfusión de sangre. Me parece que llegamos justo a tiempo de que pasara algo más grave.

Laini llevó una mano a su estómago y suspiró.

—¿Qué fue lo que te pasó? —le preguntó su profesor.

—No es nada malo —respondió—. Es solo... me asaltaron, Martín. Y tenía miedo. Pero me molesté conmigo misma por no haber hecho nada para defenderme, sé defensa personal y no pude hacer nada cuando aquellos tipos me acorralaron —presionó sus manos sobre su estómago con fuerza—. Se llevaron mi mochila y tenía muchas cosas allí.

—¿Por qué no me dijiste nada esta mañana?

Laini sorbió y cuando Martín levantó la vista vio que estaba llorando, se limpió la cara rápidamente.

—Porque si te lo hubiera dicho en el instituto me hubiera puesto así —presionó sus manos en sus ojos para no llorar más. Odiaba llorar, hacía mucho tiempo que no lo había hecho frente a alguien, pero tenía que llegar Martín y hablarle con ese tono de voz que la molestaba—. No puedo dejar que en el instituto me vean llorar.

—¿Pero sí que te vean con golpes?

Ella ladeó su rostro y limpió el rastro de lágrimas por última vez, se sentó cómoda en la cama y le sonrió.

—Si me ven con golpes creerán que peleé con alguna pandilla y entonces me tendrán más respeto —dijo con suficiencia—. Sólo bromeo, es decir, sí piensan que me metí en peleas pero yo no pienso eso.

—Lo bueno es que estás bien —se pasó una mano por el cabello—. Me diste un fuerte susto. No había visto a nadie toser sangre y no quiero volver a verlo.

30 días para enamorarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora