Capítulo 29: Heridas y Cicatrices

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Federico POV:

Ella se quedó en silencio, observándome con desconfianza, como si en su mente se estuviera librando una batalla entre las posibles respuestas para darme.

— Fede, yo...—

Ella estaba por hablar cuando escuchamos un grito proveniente de la cocina.

— ¡Chicos! Prepararé el almuerzo ¿Esta bien? — era la voz de Lauren.

—  Si, Lau — respondió Nicole — Voy a ayudarte—  dijo sin más, encaminándose hacia la salida.

Logré reaccionar y corrí detrás de ella, colocando mi mano en la puerta justo antes de que ella pudiese abrirla.

— No escapes de nuevo, Nicole — rogué mientras la miraba en los ojos, buscando alguna pizca de sentimiento.

— Necesito despejarme, Fede—  habló mientras colocaba una mano en mi mejilla y secaba las últimas lágrimas que se me habían escapado. — Lo hablaremos después ¿si? — sus orbes mieles me miraban suplicantes.

Solo atiné a asentir. Ella tenía razón, había mucho para pensar luego de esto.

— Gracias por entender— concluyó dejándome un dulce beso en la mejilla, lo suficiente cerca de mis labios para dejarme alucinando por el resto del día.

Sin esperar, dejé que se fuera para luego encerrarme en la habitación.
Me senté en el borde de la que sería mi cama estos días y miles de pensamientos recorrieron mi mente en una milésima de segundo.

De forma veloz, cree una lista con todos los problemas que resolvería mañana, mientras las chicas se escondían aquí aún. Muchos nombres, y todos con algo que hacer a un lado de ellos.

Sebastián - Denunciarlo.
Lautaro - Internarlo.
Papás - Hablar sobre lo sucedido y donde me encontraba.
Lauren - Hablar con sus tíos para que la mantengan alejada de Lautaro.
Nicole - Recuperarla. Amarla. Cuidarla. Y, por otro lado, ver que podíamos hacer con su tenencia, ya que sin Sebastian estaba a la deriva.

Quería solucionar todos los problemas de las demás personas, y a veces el no saber cómo ayudarlos me molestaba.

Pero debía hacer algo al respecto, por lo menos lo más sencillo.

Me levanté de la cama y me encaminé hacia el pequeño escritorio del cuarto, en donde había dejado mi celular antes de la conversación con Nicole.

Lo desbloqueé y marqué el número de ella. A las dos tonadas, una dulce voz me respondió al otro lado.

— ¿Fede? — su voz salió cortada, como si hubiese llorado todo este tiempo.

— Hola mamá — contesté un poco avergonzado, pero a la vez feliz de escuchar su voz.

— ¿¡Me puedes explicar en donde estas, Federico Martin Vazquez!? — su tono triste pasó a uno sumamente enojado, típico en las madres.

— Es una larga historia...—  comencé a relatarle todos los eventos ocurridos, con breves interrupciones basadas en preguntas simples por parte de ella.

—  Te entiendo hijo—  susurró cuando finalicé - ¿Están bien ahora?

— Si mamá, no te preocupes, ya tengo 16 — sonreí imaginando que la abrazaba.

—  ¿Tienen suficiente comida en la heladera? ¿O dinero para las demás necesidades? — si, mi madre a veces estaba ausente semanas completas, pero eso no hacía que dejara de ser la mejor mamá de todas.

Enamorado de sus cicatrices.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora