Capítulo 60

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Wyspertak había sido intervenida. Era oficial. La familia Brellrose Uztaga y la familia Videy habían sido sometidas bajo el poder de cuatro de los gobernantes del Contienente de los Seis. Siendo el propio Sylon Bernard, el guardián de los Santos y Devotos, defensor de las antiguas leyes y maestro de la historia, quien encabezaba la intervención. Fue él quien recibió mi acta de matrimonio. Fue él quien con un impresionante monóculo enmarcado en oro inspeccionó el documento. Cuando terminó solo asintió y le hizo una señal a un soldado de Vangaw. Me sentí débil en ese instante y fue cuando me di cuenta que había estado conteniendo la respiración. Sabía que eso no sería todo. Esto apenas estaba comenzando, pero al menos no era solo una prisionera, era una especie de testigo político.

Al final los capturaron a todos. Soldados, nobles, cualquier involucrado con lo que se estaba llevando a cabo en el país. A los civiles no los tocaron, se los rogué. Los dejaron permanecer escondidos, pero se aseguraron de que supieran lo que estaba sucediendo y establecieron un toque de queda. La toma del castillo fue la peor parte, los soldados de Angard no cedieron, utilizaron todo lo que tuvieron a su alcance para evitar lo inevitable. Tomaron rehenes, utilizaron el veneno fabricado para matar mágicos en sus flechas e incluso intentaron activar una moderna arma que funcionaba con pólvora, pero antes de lograrlo, las fuerzas liberadas por un general con cabello color de otoño presionaron y terminaron alcanzándolos. Deteniéndolos. No sin muerte. No sin heridos.

Mientras estuve en el ojo del huracán, por un momento, creí que estaba muerta. Veía todo como si no estuviera allí. Me había vuelto un fantasma. Silenciosa. Manejable. Los veía a todos forzando la gran pesadilla de mi padre. Ya me habían preguntado por él.

«Está muerto».

«Mi madre lo mató».

Lo repetí mil veces, creí.

Pero prefería eso. Prefería decirlo en voz alta. Prefería mirar y olvidar que era una persona real en medio de todo eso. Lo prefería antes de tener que enfrentar la discusión que había tenido con mi padre antes de que decidiera asesinarme. No estaba lista para hacerles frente, porque si acaso husmeaba en el recuerdo, sentía que iba a caerme en pedazos y que no importaba que pasaría con Wyspertak, ya yo no iba a estar ahí.

Era entrada la madrugada cuando oficialmente se acercó a mí Sylon Bernard para informarme que Wyspertak se encontraba sometida bajo un gobierno provisional dirigido tanto por él como por Weston Turria, el hermano líder de la Hermandad de los Siete. Los soldados de Vangaw eran solo eso, soldados enviados para seguir las ordenes de Sylon Bernard, legalmente Vangaw había sido marginada de la situación a favor de mantener la mayor transparencia y objetividad en cuanto a la toma de decisiones en esta particular y delicada atmosfera. Si un representante de Vangaw estuviera aquí, esto podría percibirse como una alianza para la invasión de un país por razones egoístas. Lo que, según las leyes del Continente, podía castigarse.

Estaban siendo cuidadosos y precavidos, cada paso estudiado antes de ser dado. Yo ni siquiera...lo entendía del todo. Había leyes que desconocía y que me hacían completamente inútil. Leyes, tratados y compromisos que debería conocer, pero que habían omitido de mi educación, porque era innecesario.

Y ahora estábamos aquí.

El hilo del que pendía se había roto, seguía viva, era la reina, pero mi tierra estaba siendo intervenida para salvarnos a todos.

¿Cómo era capaz de seguir llamándome a mí misma "reina"?

*****

Conrad me sacó de un profundo sueño del que solo quedó fue el eco de un lamento que decía: "Mi propia sangre...".

—Debes ir a la sala del trono. Va a comenzar el juicio —fue lo que Conrad dijo tras una caricia en mi mejilla. Asentí, reincorporándome en el sillón. Habían traído algo de comida, no un banquete digno de "Su Majestad", era más bien la comida de un custodio, lo que yo era, aunque fuera sutil, los soldados que se mantenían cerca de mí me lo recordaban.

ScarWhere stories live. Discover now