Capítulo 5

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Richard tenía razón, nuestras charlas lo hacían todo mejor. Escoger los granos era aburrido y agotador, pero era mejor que encargarse de curar las pieles de los animales que traían los cazadores. La habitación de al lado siempre apestaba a cosas..."interesantes", pero no llamaba a mi curiosidad para echar un vistazo, tenía suficiente con los comentarios que ofrecían quienes trabajaban con eso. Solía quejarme de mi trabajo, pero la verdad, disfrutaba poder ocuparme de algo y sentirme...útil.

—No puedo creer que te haya hecho tantas preguntas —susurró mi compañero de trabajo.

—Lo sé —murmuré, pensando en los ojos azules del cazador y sus grandes manos tomando la mía, eso no se lo había mencionado a Richard.

«Tienes manos hermosas».

Tuve la necesidad de abanicarme, pero no lo hice, seguramente mi amigo iba a pensar que estaba loca, este lugar era demasiado frío para tener calor.

—Al menos ya superamos esa etapa —me codeó—. Estaremos bien.

—¿Qué sigue ahora?

Tenía poco conocimiento sobre cómo funcionaba ser un refugiado. Mis tutores del castillo habían menciona vagamente lo que significaba ser un refugiado en una tierra extranjera, nada relevante, nada que me hubiera preparado para esto.

—Ahora nos quedamos aquí hasta que decidan que podemos ir a su hogar, seguirán evaluándonos y vigilando la forma en la que nos adaptamos a sus...costumbres.

De acuerdo, no podía bajar la guardia todavía, aunque ¿Cuándo podría hacerlo?

Nunca.

Esa era la respuesta.

Estaba en las tierras de una gente que me odiaba y a la que les servía mejor muerta.

Sacudí mi cabeza.

No, esa no era yo. Scar no era nadie, solo una fugitiva con un pasado difícil. Punto.

*****

Desde que la jauría había llegado, había mucho más trabajo todos los días. Dioses, esos chicos comían como si tuvieran tres estómagos para llenar, por lo que había muchas matanzas para preparar y grandes cantidades de granos que necesitaban cocinarse. Me agotaba tanto que en ocasiones solo me desplomaba en el lugar donde dormía y no era consciente de nada hasta la mañana siguiente.

No me importaba.

Eso significaba que no tenía que enfrentarme a mis pensamientos.

Pero a veces soñaba. Las pesadillas eran terribles, despertaba a los demás aterrorizados cuando me escuchaban chillar en sueños, ya me lo habían dicho y yo inventaba monstruos increíbles para excusarme. Eso me estaba desquiciando. Si dormida soltaba un pequeño y estúpido nombre podría delatarme, estos mágicos eran demasiado astutos como para no hacer encajar las piezas.

Por eso me entregaba al trabajo, si estaba cansada no pensaría en aquella persona que no era, si estaba cansada no soñaría con el cuerpo de un hombre sometiéndome debajo de él.

Me temblaban las manos incluso ahora, cuando el vapor del estofado me hacía pensar en su aliento sobre mi piel desnuda.

Sabía que los mágicos en la habitación podían oler o percibir mi miedo, los atrapaba lanzándome miradas confundidas, pero no decían nada, no hacían preguntas.

Genial, estaba divagando, no podía permitirme aquello.

—Tu amigo volvió —soltó con confidencia Richard, dejando una pesada carga de granos sobre la mesa de la cocina. De forma inmediata un grupo de chicas comenzaron a trabajar en ellos, mientras que yo pelaba vegetales.

ScarWhere stories live. Discover now