Capítulo 18

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Me di cuenta de que tal vez había sido la rabia lo que vio. La promesa de mi ira. Tal vez estas mujeres querían eso, la furia, no querían estar asustadas, querían poder hacer arder todo hasta que no quedara nada. Pero no estaban listas. Yo tampoco.

Cuando accedieron a venir les entregamos las capas que nos pasaron los centinelas silenciosos y las llevamos hasta los caballos. Para evitar tener que hacer dos viajes y dejarlas solas con los hombres, no me importó caminar todo el trayecto de regreso junto con los dos centinelas. Caí muchas veces sobre el barro, ensuciando mi abrigo y mi ropa. Tenía frío y me sentía todavía más pesada. La parte oscura de mi alma se regocijaba con cada golpe, aunque parecía poco para lo que en realidad creía merecer.

La noche ya había caído para cuando llegamos junto a los cazadores, Radley y Frazda tenían antorchas y esperaban alejados con discreción. Conrad fue el único que se acercó, no a ellas, sino a mí. Su ropa estaba tan sucia como la mía, lo que me intrigó, había estado aquí todo el tiempo, ¿qué ocurrió?

-Nos quedaremos esta noche en el asentamiento de los centinelas. Mañana temprano partiremos al campamento -informó.

Asentí con esfuerzo, demasiado tensa e incómoda con las chicas sobre los caballos que se habían encogido bajo los abrigos y que no dejaban de temblar. La aparición de los tres intimidantes cazadores no era consolador para ellas.

La mención de un lugar para descansar fue un alivio, hasta que llegamos al "lugar". Había creído por un instante que sería como el campamento de refugiados, que habría una piel cómoda para dormir y una piscina de agua caliente donde podría limpiarme. Pero solo se trataba de una pequeña fogata tratando de ser mantenida en medio de la excesiva humedad del bosque.

-¿No hay más de ustedes? -le preguntó Danielle a Sawyer.

-Aquí no. Están repartidos en el bosque, cerca de la frontera. Nosotros vinimos hasta aquí para asegurarnos de que nada pudiera dañar a estas mujeres.

Fue como escuchar a una persona diferente. Su voz había sido baja y tan delicada como el silbido del viento. Tuve que mirarlo, pero su rostro estaba oculto bajo la capa, como el de los otros centinelas. Ellos no se quedaron cerca cuando nos repartimos alrededor del fuego, se perdieron en el bosque, sin antorchas.

«Como respire el bosque, puedo soportarlo. Es mi naturaleza».

Ninguna de las chicas fue capaz de emitir palabras en presencia de los cazadores, no las presionamos. Les dimos algo de comer, agua y dejamos que se quedaran juntas cerca del fuego, Danielle y yo a sus costados.

Me picaba la cara por el barro seco, quise quitarlo con mis manos, pero estaban peor. Observé mis manos y por un momento no las reconocí. No solo era la suciedad, tenía callos, una cicatriz rosada de una cortada que me había hecho rebanando verduras y mis uñas estaban cortas e irregulares.

Scarlet había tenido manos hermosas y delicadas, porque nunca había hecho nada por sí misma en su vida.

¿Cómo era posible que...fuéramos la misma persona?

Sentí un toque en mi costado y cuando giré mi rostro encontré a Conrad. Tenía un pañuelo en su mano, había una cuestión en sus ojos. Quise tomarlo, pero él movió su mano y la llevó hasta mi rostro. El pañuelo estaba húmedo y Conrad lo deslizó por mi piel en toques sutiles.

No proteste, no lo aparté.

Cuando terminó con mi rostro, sujetó mi muñeca y comenzó a limpiarme las manos. Para no tener que mirarlo, miré sus piernas cruzadas en el suelo como las mías, su pantalón cubierto de barro seco como el mío.

-¿Por qué estás lleno de barro? -cuestioné, solo para él.

-Fui tras ustedes, quería asegurarme de que estuvieran bien.

ScarWhere stories live. Discover now