Capítulo 46

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La puerta se detuvo a un centímetro de mi rostro. Mis ojos se abrieron tanto que pensé que podrían salirse de sus cuencas, mi respiración dejó de existir.

El soldado de afuera se adentro a la cabaña como si le perteneciera, sin mirar hacia los lados o detrás de él, fue directamente hacia la puerta del sótano.
Pensé que iba a desvanecerme en cualquier instante, pensé que era imposible que el hombre no hubiera reparado en mi presencia todavía, como si fuera invisible.

Sentí el agarre rasposo y húmedo de una pequeña mano en la mía. El duende se estaba moviendo, quería que fuera con él. Fui incapaz de negarme. Sólo lo seguí. Las botas del soldado hacían tanto ruido contra el suelo que se tragaba el sonido de nuestros pasos ligeros.

Afuera el bosque me pareció inmenso, había luz entre los árboles a la lejanía. Mi aliento salió de mi boca en un jadeó, el vaho arremoliandose ante mí. El pánico me mordió, desorientandome, exigiendo que corriera o me apretara en una bola en el suelo.

La pequeña mano que me sostenía no me soltó, tiró de mí, no permitiéndome hacer nada, me llevó hasta uno de los costados de la cabaña.

Las piernas me temblaban, el corazón me tronaba con tanta fuerza que temía que pudiera ser escuchado. Mi mano fue soltada y cuando miré hacia abajo el duende ya no estaba. No estaba por ninguna parte.

Apoyé mis manos en la pared de madera húmeda y me deslicé al suelo.

—No creí que te encontraría de este modo...

Era la voz de un hombre ahogada por la distancia. Provenía de adentro de la cabaña y se filtraba por la ventana al límite del suelo.

Me arrastré solo un poco más cerca, sin intención de asomarme. Sólo para escuchar. Mis rodillas me ardieron, probablemente raspadas por las piedras, pero no me importó.

El gruñido de una bestia agresiva hizo que los vellos de mi nuca se erizaran.

—¿Dónde está? ¿Qué haces aquí? —exigió Conrad, su voz era una mezcla de furia y nerviosismo—. ¿Dónde está?

—¿Dónde está quién, Conrad?

Mordí mi labio con angustia.
No había sido capaz de imaginar la reacción de Conrad al no encontrarme a su lado cuando un guardia estaba irrumpiendo.

—Mi hermano —espetó—. ¿Le han prohibido venir?

Contuve un suspiro y llevé mi mano a mi boca.

—Hay muchos interrogatorios en el castillo estos días —dijo el soldado.

—¿Por qué?

Escuché a Conrad levantándose de la cama y al soldado ajustar su peso en las escaleras. Se mantenía fuera de su alcance, supuse que era inteligente.

—La princesa se escapó. Creemos que hay ratas en el castillo que la ayudaron, estamos investigando.

—¿Creen que mi hermano está involucrado? ¿Que él ayudaría a la asesina de su raza a escapar?

El asco en su voz me heló la sangre.

—No. Pero es el único mágico que tiene la confianza del comandante para detectar las mentiras de los refugiados.

Oh, dioses. Estaban interrogando a mis amigos.

—¿Qué haces aquí en la mitad de la noche, Uriel?

—Estoy de guardia. Quería informarte lo que está sucediendo, además, me pareció que Allerick estaba demasiado inquieto por no poder venir a echarte un ojo. Le diré que estás mejor, supongo, has dejado de destrozar el lugar —silbó—. El comandante estará satisfecho. Escuché que podría liberarte pronto.

ScarWhere stories live. Discover now