Capítulo 22

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Hubo mucho movimiento los días que transcurrieron después de la noticia sobre Wyspertak. El comandante de Conrad había dado la orden de comenzar a evacuar el campamento, como me había dicho Richard, pero la jauría no estaba de acuerdo. Había muchas personas que estaban atrapadas en la ruta de los refugiados, los cazadores no querían darles la espalda, pero las órdenes eran claras, las fronteras iban a cerrarse para instalar una guardia permanente. Wyspertak tenía la absurda idea de invadir Vangaw, como si eso fuera posible.

Debía haber algo más, algo que nos estábamos perdiendo.

Pero apenas estaba enterada de la situación, los cazadores nos dejaban saber lo importante y no compartían nada más. Me frustraba y me sentía desesperada cada vez que veía irse a los grupos de refugiados que llevaban más tiempo en el campamento.

—Necesitamos espacio aquí. Vamos a abrirles un nuevo camino a aquellos que quedaron atrapados con el cierre de las fronteras dentro de Wyspertak —me contó Conrad, mientras me dictaba una de sus lecciones de equilibrio. A pesar del caos, él había cumplido su palabra, no había pasado un día sin tener un par de horas de práctica con la daga—. Será como el ataque que te ayudó a llegar aquí. Crearemos una distracción en la frontera, atraeremos la atención para despejar una ruta.

—¿Tú irás?

Conrad tocó mi hombro sin previo aviso, haciéndome tambalear hacia atrás.

—Estás distraída, tienes los pies mal posicionados. Incluso el viento podría tirarte si sopla muy fuerte.

Contuve un gruñido. Pululaba a mí alrededor, señalando cada uno de mis errores, su enorme cuerpo se acercaba y se alejaba de mí, intentando que perdiera la concentración.

A veces lo conseguía. Me perdía a mí misma siguiendo el movimiento de sus piernas, el balanceo de sus brazos y la tensión de sus músculos bajo la camisa de lino. Hoy no llevaba abrigos encima, decía que el movimiento lo mantenía caliente, lo entendía, estos entrenamientos me hacían entrar en calor muy rápido.

—Es mi plan. Voy a dirigirlo. Y estaré al frente —murmuró un momento después—. Solo serán un par de días.

Burlé su intento de empujarme otra vez, logrando recuperar la concentración antes de que pudiera empujarme.

—No estoy preocupada por ti —solté—. Ellos son los que deben estar asustados.

Esperé que sonriera con suficiencia, pero no lo hizo, me miró con seriedad y se detuvo frente a mí.

—Yo en cambio sí estoy preocupado por ti.

—¿Por qué? —espeté.

Estrechó sus ojos.

—Cada vez que cazo para ti, apenas pruebas un bocado.

Me crucé de brazos.

—Si son regalos, puedo hacer lo que me dé la gana, compartirlo con quien yo quiera y...

Él me interrumpió con un gruñido.

—No me molesta que compartas tu comida. Es noble, no esperaría menos de ti. Lo que me molesta es que no estás comiendo nada. Si continuas así te vas a enfermar y dejaré de enseñarte —abrí mi boca para protestar, pero su mirada me calló—. ¿Quieres aprender a defenderte? Empieza cuidando mejor de ti misma.

Quería defenderme por mi pérdida de apetito, pero eso no iba a llevarme a ningún lado, preferí quedarme callada, porque su humor no era el mejor en este momento y no quería iniciar una pelea por algo tonto. Desde que había llegado Heim con las órdenes del comandante, el humor de Conrad se había reducido a fruncir el ceño. Estaba estresado todo el tiempo, pero casi nunca permitía que eso afectara su forma de tratarme, muy a menudo era diferente. Creía que utilizaba nuestros momentos juntos para desaparecer la tensión que le provocaba tener que lidiar con todo, aunque no lo decía, lo sabía, no quería ser egocéntrica al respecto, pero después de todo, seguía siendo la chica a la que cortejaba y cuando estaba conmigo, era como si de pronto lo sintiera exhalar profundo.

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