Capítulo 52

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Me ardían los ojos por lo mucho que me estaba costando ver en la oscuridad. Seguía arrastrándome a través del bosque, su mano fría y extraña contra la mía. El sudor cubría mi piel al mismo tiempo que los escalofríos corrían por mi espalda. Fiebre, pensé. Debía tener fiebre, ¿O eran los efectos por el Nadnok? Realmente no importaba, no podía dejarme vencer ahora. Tenía que continuar.

El vigía me guiaba con maestría, así que confié en él, porque no tenía ni el tiempo ni las ganas para dudar. Estaba tan cansada que podía vomitar. Aturdida. Era como si mil explosiones hubieran ocurrido a mí alrededor y ahora todo estaba en silencio. Parecía mentira, mientras lo repasaba en mi mente, parecía... imposible. Y sin embargo, aquí estaba.

Ellos estaban muertos y yo no.

Apenas viva.

Eso lo tenía claro.

Apreté mi brazo contra mi pecho, sosteniendo los trozos de tela de mi blusa. Recordé a Ossom sobre mí, como me había sujetado contra esa roca, su mano en mi cuerpo y el horror de qué pasaría si no...Si el Nadnok...

Sacudí mi cabeza con suavidad.

Él estaba muerto y esperaba que todos sus malditos hombres también lo estuvieran. Ellos no iban a tener misericordia conmigo ni con Danielle.

Esperaba que antes de que el Nadnok acabara con ellos sintieran el dolor y el terror más terrible de sus vidas. No iba a sentir pena o remordimiento. No más. Cualquiera que creyera que podía aprovecharse de mí, iba a encontrarse con una mujer que no tenía miedo de caminar sobre cadáveres. A reinar sobre ellos.

Si eso me hacía egoísta, que así fuera.

Estaba harta.

El vigía se detuvo de repente y me soltó, lo escuché buscar algo entre los árboles y después...lo puso contra mis manos. Sentí la tela gruesa y pesada. Era una túnica supuse.

—Cúbrete con eso.

No tuvo que pedirlo dos veces.

Me resultó difícil entender cómo meterme en esa cosa, pero al final la calidez me abrazó y mi cuerpo se quejó. La pierna todavía me palpitaba y me sentía enferma. Estaba cubierta de sangre, suciedad y los dioses sabrían qué más.

—¿Tienes algo para las heridas? —pregunté en voz baja.

Mi voz era una cosa irreconocible, destrozada.

La mano fría del vigía volvió a encontrarme y se movió, sin inmutarse por mi dolor.

—Aquí no. Todavía debemos avanzar un poco más.

Asentí aunque él no me veía. Asentí para mí. Asentí para aceptar continuar. Aún con dolor. Aún con las ganas devastadoras de parar y las mismas para seguir.

*****

El vigía callado e imperturbable desapareció. Ante mí se encontraba Sawyer, vendandome la pierna con un ungüento que me hacía arder la piel. Ya había amanecido y la expresión en su rostro era dura y firme, estaba silencioso.

—¿Sabes quién soy? —quise saber, mis párpados tan pesados que no respondían a mis comandos de mantenerse arriba. Mi cabeza descansó contra la corteza del árbol y dejé que el dolor de mi cuerpo me acogiera como si yo le perteneciera.

—Lo sé —contestó.

—¿Y por qué estás ayudándome?

Cerré mis ojos, jurandome que sería por tan solo un momento.

Cuando había amanecido y vi a Sawyer en la dirección a la que íbamos, creí que estaría atrapada otra vez, que iban a llevarme con el comandante de inmediato. Pero en cambio, no hizo preguntas salvo para saber dónde estaba herida. Ni siquiera preguntó qué me había sucedido.

Me exasperaba que fueran tan fríos, que parecieran tan firmes, como si el bosque los respaldara y ellos supieran que cualquiera de sus pasos nunca sería el equivocado. No gritaban. No me llamaban traidora. No estaban enfurecidos conmigo como parecía estarlo el resto.

Como lo estaba yo misma.

Ellos solo...respiraban en calma, callados, sus ojos hermosos no perdían tiempo, iban exactamente dónde tenían que ir, como si algo les susurrara al oído.

Abrí mis ojos con esfuerzo y me encontré con los de Sawyer, como si me hubiera estado escuchando.

—Te ayudo porque eso es lo que hacemos. Sé quién eres, sé lo que arrastra tu nombre, pero no voy a dejarte morir y no voy a interponerme en tu camino tampoco. No soy un destino, pero puedo ayudarte a llegar al tuyo.

Su imagen se desvaneció y todo lo que quedó fue el indetenible ruido de mi cabeza. Los recuerdos, los sueños. No podía detenerlos. Era una hoja suelta, llevada por el viento salvaje, una hoja de color cálido, que pertenecía a un mar de otoño. Cuando creía que alcanzaría ese lugar que se sentía como casa, el viento me llevaba a un lugar diferente, frío y distante. Ese lugar despiadado que era mío y que había odiado. Sobre todo porque me había hecho odiarme a mí misma.

*****
Conrad.

Raspé los dedos contra el suelo de la jaula. El lugar apestaba a muerte, habían hombres destrozados por todos lados y los rastros de un Nadnok por todas partes. Tenía el estómago apretado y el cuerpo entumecido, porque está sangre, en esta jaula, era de Scarlet.

Podría reconocerla sobre cualquier aroma, no importaba cuan poderoso o abrumador fueran. Yo reconocería el olor de esa mujer en cualquier parte.

La imaginé allí, impotente. Su miedo seguía adherido a las barras de metal, así como la sangre seca al suelo, la evidencia de lo que se había hecho así misma para atraer a una criatura peligrosa hacia ellos.

Cuando Danielle me contó lo que Scarlet había hecho para salvarlas, no sabía si era la mujer más estúpida o la más astuta que podría haber conocido alguna vez. Todavía sigo sin descifrar la respuesta. De lo que estaba seguro era de que la quería, la quería a salvo, la quería conmigo y barrería este bosque hasta encontrarla.

Solo yo podía hacerlo. Y el comandante lo sabía, por eso había ido ante mí para liberarme. Nunca había visto a Endrick tan desesperado y acorralado. Me enfureció que creyera que Scarlet era una posesión, una ficha, algo para usar a su favor. Pude haberlo matado, pude haberlo hecho sentir el dolor por el que la hizo pasar a ella.

Pero primero tenía que salir y encontrarla y no arriesgarme a que me metiera en otra prisión. Tenía que ser inteligente y escoger mis pasos. Accedí a cazarla, porque eso es lo que hace un cazador. Pero yo la conocía mejor que nadie, la motivación que me movía era diferente a la de cualquier otro de la jauría y Endrick lo sabía.

Encontrarla no era solo una orden para mí. Era lo que más quería en el mundo.

«Tú eres lo único de lo que no me arrepiento, Conrad».

Mis ojos cambiaron y continué. El dolor me apuñalaba el pecho cada vez que pensaba en lo que estaba pasandole, pero no iba a detenerme. Ella no lo había hecho. Esa mujer había invocado a la muerte para salvar a otros y así misma, y seguía con vida.

Aunque el dolor pudiera paralizarme las piernas, me arrastraría. Hasta encontrarla.

+*+*

Sé que es corto. Tiene una razón. Sucede que estoy editando la historia, pensé mucho sobre subir este capítulo porque la edición me emociona más que seguir de esta forma. Y considero que cuando reescribo me va mejor, es más organizado y tengo una visión mejor de lo que quiero y de mis personajes.

Por la forma en la que voy, tendrán que conocerlos otra vez. Y sé que los amarán. 

Trataré de mantenerlos informados, por acá o por Instagram Ladyangel_books

No voy a desaparecer, eso seguro.

Esta historia, tiene mucho más que brindar y es eso lo que les quiero ofrecer.

ScarWhere stories live. Discover now