Capítulo 47

640 101 17
                                    

No pude dormir, aunque lo intenté. Conrad tampoco lo hizo. Me quedé observando los mapas que Joanne había robado con los supuestos "saltos" que tomaban los duendes para entregar sus cartas.

Para cuando llegó el amanecer mis ojos quemaban y la ansiedad tenía mi corazón destrozado. Sin embargo, cada vez que cerraba mis ojos las preocupaciones me atormentaban. Prefería seguir mirando los mapas, no estaba segura de si podría llevarlos conmigo, así que intentaría memorizarlos tanto como pudiera.

—Nunca han sido confirmados.

Levanté la mirada hacia la cama donde Conrad estaba sentando. Sus ojos estaban enrojecidos por el cansancio y su voz estaba ronca por el desuso.

Era la primera vez en horas que me hablaba.

—¿A qué te refieres?

Hizo un ademán con su barbilla hacia el mapa en el suelo, la llama de la vela a mi lado casi se consumía por completo, pero todavía era posible ver las marcas rojas en el papel.

—Los saltos de los duendes. Se lee sobre ello en los libros viejos, pero ningún cazador ha podido encontrarlos de verdad, ni siquiera con el mapa. Allerick dice que esos saltos son magia muy antigua que se protege, es posible también que las entradas cambien su paradero por el declive de la energía. 

—¿Cómo saben que no son sólo un mito?

Sus comisuras subieron, solo un poco, como si no tuviera la fuerza para atreverse a sonreír de verdad. Aún así mi corazón vaciló ante el gesto.

—Los duendes siguen siendo mensajeros. Mientras ellos existan, esos saltos son una posibilidad —su sonrisa pequeña desapareció y sus ojos se tornaron oscuros—. Ellos pueden sentir los saltos, están ligados a esa magia porque ellos mismo son seres mágicos originales. No confíes en ese mapa si tu vida depende de ello.

Volví mi mirada al suelo.

—Debo confiar en algo.

—No me gusta eso. No me gusta que arriesgues tu vida poniendo tu fe en algo que ni siquiera un cazador es capaz de encontrar.

—Quizás eso es lo que haga falta.

Conrad se puso de pie.

—Dime —exigió con advertencia—, ¿Y si no los encuentras? ¿Vagarás por el bosque hasta encontrarlos?

Negué mirándolo.

—Seguiré mi camino.

—¿Como?

—Como lo he hecho todo este tiempo, Conrad. Poniendo un pie delante de otro. Cayéndome cuando lo que se me viene encima es demasiado y levantándome cuando recuerdo que debo continuar. Así.

Tragó, como si estuviera pasando una piedra por su garganta.

—Son días y días de caminata hasta la frontera. En el camino no solo deberás temer de los hombres. Cuando los mágicos y los mestizos vinieron aquí, también lo hicieron los monstruos de esas tierras. Criaturas impensables con un hambre asesina. He cazado a esas bestias. Sé de lo que son capaces.

—¡No me puedo quedar!

Mi labio inferior tembló. No necesitaba escuchar esto de él.

Conrad abrió su boca, pero yo lo interrumpí.

—Tengo que irme, aunque exista la posibilidad de morir el primer día o el segundo. No puedo seguir quedando atrás. No tengo aliados, nadie cree en mí o en mis propósitos. Nadie...sabe quién soy o lo que intento. La gente sufre por las decisiones de mis padres y por las órdenes de sus usurpadores. Yo...—jadeé—. Yo soy la más pequeña oportunidad para ellos. Y para mí. Yo soy eso que necesité y nunca obtuve. Un ascua de esperanza. Una posibilidad para cambiar. Debo llegar allí aunque me cueste la vida, esa gente debe saber que tienen una reina a la que también le quitaron todo, pero que está luchando para volver a tomarlo.

ScarWhere stories live. Discover now