Epílogo: Una bruja malvada.

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Adira se aferró al cuerpo de Astrophell llenando su ropa con la sangre del padre que no logró disfrutar

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Adira se aferró al cuerpo de Astrophell llenando su ropa con la sangre del padre que no logró disfrutar. Sintió que el alma se le escapaba del cuerpo con cada sollozo que arremetía contra ella; estaba desgastada, aterrada. No solo había perdido a Elio, Amara y Adriel. Había recuperado a Shaiel, a su padre Adriel, y lo había perdido de nuevo sin siquiera poder despedirse. Descubrió quién era su padre biológico para ahora también perderlo. ¿Cuánto más iba a perder? Pensaba una y otra vez abrazando la cabeza de Astrophell. La batalla seguía su curso; los demonios seguían atacando a las filas y podía escuchar los rayos de Azucena rebotando por las paredes. No le importaba, solo quería que aquel dolor de su corazón se detuviera.

Todo quedó en silencio de un momento a otro, pero, escucho unos sonidos extraños a su costado, y cuando alzó la mirada llena de lágrimas, notó que una barrera de fuego celeste la separaba de la batalla; sabia que ella no era quién provocaba aquel fuego. Ahora solo era ella, el cadáver de Astrophell y la mesa dentro de aquel espacio. Le dio un último beso en la frente a su padre, con cuidado lo dejó en el suelo para luego ponerse de pie y se dio la vuelta para enfrentar el destino que le esperaba. Una lágrima cayó por su rostro al darse cuenta que no se había despedido de Azucena, ni de Cerberus o de Cadell.

Por favor no me olvides, mi amor. Repetía en su cabeza una y otra vez.

No se sorprendió al ver el cuerpo femenino fantasmal y con ojos lechosos, sentada y cruzada de piernas sobre la mesa. La reina malvada era hermosa a pesar de su aspecto lúgubre con aquellos ojos vacíos, su cabello era corto, y sus facciones eran delicadas. Entendió el porqué el pueblo de Maleficae nunca dudo de su farsa. Sonreía con suficiencia y orgullo, que lograba irritar por completo los sentidos de Adira. Dahlia no solo había estado jugando con ella todo este tiempo, sino que también, lo había disfrutado por completo. No tenía otra opción más que cumplir el trato... pero Dahlia nunca dijo nada de no luchar contra el.

— Todas las cosas siempre se ponen en su lugar, y es gracioso, porque pense que tendria que obligarte a entrar dentro de la piedra— dijo Dahlia con la cabeza ladeada para luego dirigir su atención a Astrophell— Gracias a los dioses está muerto, ya estaba harta de sus visitas constantes y su palabrería. No paraba de hablar de lo maravillosa que eras.

El corazón de Adira se apretó en su pecho pero no dijo nada mientras apretaba los puños. Solo observo la mesa, con los cinco amuletos que ella había encontrado, y apretó en su mano el saco con los otros cinco amuletos que aún faltaban por estar sobre la piedra. ¿Que pasaría una vez los pusiera todos sobre La Unionis? ¿Su cuerpo colapsara? ¿Le dolería? Trago saliva pero aún así alzo el mentón viendo el alma de la mujer que había disfrutado de su sufrimiento en todo momento. No solo la había engañado a ella, sino, a todo un continente.

— Una vez ponga los amuletos sobre la mesa, debes de prometerme que no lastimaras a Azucena, Cerberus, Cadell, Isolde y la pequeña Luminaria— exclamó mientras sacaba los cinco amuletos restantes por las cadenas— No importa cuanto los odies; debes dejarlos por fuera de tu mierda.

Entre Uniones de SangreWhere stories live. Discover now