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Andrés

Dos semanas internado, ¿de verdad era necesario? No daba más, ya me duele la columna de tanto estar en esa camilla de porquería. 

Y también los ojos de tanto llorar, ya parezco un bebé. 

Fueron las dos semanas más aburridas y mierdas de mi vida. Por mi habitación desfilaba mi hermano, el Chino y Merlina. En mi celular solo tenía mensajes de mis fans y algunos días venían los chicos del reality para filmar mi recuperación, pero ella no apareció. 

Por supuesto, si la traté como si fuera una basura, si le dije cosas horribles. Era de esperarse que no apareciera, pero lo que más me duele es que creyó demasiado rápido en mis palabras, lo que significa que nunca se sintió amada por mí o que jamás confió en que yo pudiera cambiar por ella. 

Entro a casa, Emanuel tira las llaves sobre la mesa de entrada y suspira.

—Bienvenido de nuevo —dice.

—Gracias... Me doy una ducha y voy a pasar por la cafetería para ver si mañana puedo trabajar.

—¿Estás loco? —me pregunta con expresión atónita—. ¿De verdad vas a volver a trabajar ahí? Tu jefa te va a echar de una patada. 

—No tengo opción, tengo que arriesgarme. Estoy alquilando una casa y si no trabajo no tengo dinero para pagarla —contesto. Resopla y hace una mueca de disgusto.

—Allá vos, te van a tener que internar dos semanas más por quemaduras de café hirviendo —expresa dirigiéndose a la heladera.

Trago saliva mientras camino hasta el lugar. La verdad es que no puedo volver a mirar a la cara a la morocha. Recuerdo muy bien cómo la traté y también me enteré de lo que le pasó después de que la dejé. Casi muere por mi culpa.

En cuanto la vea, sé que mi corazón va a saltar disparado como el galope de un caballo. Llego al local y miro por el vidrio desde afuera. Diviso a Celeste y a la nueva chica, pero ni rastro de la jefa.

Entro y me aclaro la voz para llamar la atención de mi compañera. Enseguida me dirige una mirada cargada de odio y una mueca de asco.

—¿Qué mierda estás haciendo acá? —me pregunta.

—Me dieron de alta hoy y quiero saber si puedo seguir trabajando...

—¿Estás mal de la cabeza? ¿Después de lo que le hiciste a mi prima? —me interrumpe—. Es obvio que ya no sos recibido acá, cancelado.

Asiento con lentitud y bufo. La verdad es que no me esperaba que me odiara tanto, pero lo merezco.

—Dejalo, Cele —dice una voz que reconozco muy bien. Me giro para verla y ella evita mi mirada limpiando el mostrador.

—Pero...

—Necesitamos a alguien que destape los baños, saque los chicles de debajo de la mesa y limpie los vómitos de los sábados —agrega la morocha esbozando una sonrisa falsa. Celeste suspira y asiente.

—Es verdad, no pienso seguir haciendo eso —dice la chica nueva. Ellas se ríen y arqueo las cejas. ¿Hasta esa me hace bullying?

—Bien, entonces empiezo mañana —murmuro—. Los sábados...

—Canta mi novio —me interrumpe la gordita.

—Uf, me encanta —comenta Celeste—. Exitazo total.

Miro a la jefa, que está dada vuelta lavando algunas tazas, y luego gira. Me mira a los ojos con dureza y frialdad, como la primera vez que la vi o incluso peor.

Una difícil conquistaWhere stories live. Discover now