21

1K 120 32
                                    

Camila

Andrés se pone pálido y su celular cae al piso. Lo miro con preocupación, agarra el objeto con velocidad y sus ojos se clavan en los míos con expresión entre asustada y sorprendida.

—Morocha, me tengo que ir —dice casi sin aliento.

—¿Está todo bien? —interrogo frunciendo el ceño. Hace una mueca dubitativa y termina asintiendo.

—Sí, es un tema con mi mamá... prometo que te voy a compensar el día, te pido perdón, pero tengo que irme. Es urgente.

—Está bien, no te preocupes... —expreso, aunque creo que no me escucha.

Se saca el delantal, lo deja sobre la mesada y sale corriendo, aunque se detiene y vuelve para darme un beso en la frente, algo que me deja perpleja.

Le hace un gesto a su hermano para que lo siga, quien se levanta como un resorte y lo sigue. Celeste arquea las cejas y se encoge de hombros.

—¿Le habrá pasado algo a su madre? —cuestiono pensativa. Mi prima hace un sonido de ignorancia.

—Es raro que él salga corriendo así, ¿no? Además, se puso pálido. Quizás sí pasó algo. —Suspira y luego sonríe—. ¿Ese es su hermano? Tremendo bomboncito.

—¡Celeste! —exclamo divertida—. Estás loca, ni siquiera te preocupas por tu amigo.

—Lo que es raro es que vos sí te hayas preocupado por él —comenta con tono burlón.

—Es mi empleado, y me preocupa que haya pasado algo con su madre, nada más —replico medio incómoda.

—¿Y qué fue ese beso?

—¡Yo qué sé! No me hago cargo de ese gesto tan extraño —expreso ocultando mi sonrojo.

—¿Me vas a decir qué pasó el fin de semana con "tu empleado"? —pregunta de repente, haciendo comillas con los dedos—. Estás muy rara, Cami.

La campana de la puerta me salva y voy a atender al cliente que entró. Me tomo mi tiempo en escribir su pedido y sé que mi prima me mira con curiosidad, sabe que escondo algo. ¿Será que Andrés le dijo lo que hicimos? No creo, eso sí que no se lo perdonaría.

¿Por qué me cuesta tanto olvidarme de esa noche? ¿Y por qué me cuesta el doble alejarme de manera definitiva de él?

Respiro hondo y, luego de acercarle el pedido al hombre, regreso con mi acompañante y me siento a su lado.

—Nos acostamos —admito en voz baja.

Casi me escupe en la cara el agua que está tomando. Me mira como si estuviera confesando que vi un extraterrestre.

—¡No te creo! —dice. Ruedo los ojos y abre la boca con sorpresa—. ¿¡Me estás diciendo la verdad!?

—No seas tonta, obvio que te digo la verdad. ¿Por qué te mentiría con eso? Dios mío, me arrepiento y a la vez no. —Suelta una carcajada al escuchar mis palabras.

—¡Bien, Cami! Al fin le hiciste caso a tus sentimientos, era hora.

—¿Sentimientos? ¡Estaba borracha! No digas estupideces.

Bufa y niega con la cabeza. Sabe que nunca voy a aceptar mis sentimientos, no tengo tiempo para eso. Muerdo mis uñas con nerviosismo y ella me da un golpe en la mano para que deje de hacer ese toc ansioso.

—Él te quiere —manifiesta. Arqueo las cejas—. Se le nota demasiado, está enamoradísimo de vos. No lo hagas sufrir solo porque vos sí sufriste, él no te rompió el corazón, fue otro.

Una difícil conquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora