17

1K 126 13
                                    

Camila

No puedo dejar de mirarlo mientras toca con total seguridad. Había empezado medio temeroso, pero me vio y le sonreí, y es increíble cómo se soltó.

Está cantando una canción sobre el alcohol y el café y comparándolos con el amor. Bueno, es una canción bastante rara, pero pegajosa.

La pelirroja está en primera fila gritando, bailando y moviendo su perfecto cuerpo con estilo. Hago una mueca y suspiro, no debo salirme de mis metas, tengo que seguir siendo firme con mis sentimientos. Que Andrés haga lo que quiera con esa mujer, no me interesa para nada.

Tomo un trago del daikiri de durazno que pedí para disfrutar del show y me atraganto. Hace tanto no tomaba alcohol que el sabor me parece demasiado fuerte. El barman mira mi expresión y se ríe, arqueo las cejas.

—¿Estás haciendo esa cara porque no te gusta el trago o porque no te gusta cómo esa mujer está mirando al músico? —me pregunta.

—¿Perdón? —inquiero confundida.

—Eso, trabajo en bares hace mucho y tengo un ojo captador de pensamientos y escenas dramáticas. Creeme, yo lo sé todo sin siquiera saber nada —replica esbozando una media sonrisa.

Lo miro con mayor atención, mi prima tenía razón cuando dijo que era lindo. Sus ojos verdes se notan a pesar de la semioscuridad del lugar, tiene barba alrededor de su pequeña y carnosa boca, una nariz bastante respingada, pelo enrulado y cuerpo bastante fornido. No respondo y sigo tomando mi bebida, aunque me cuesta.

—¿Sos como Dios? —interrogo. Me observa sin entenderme—. Digo, ya que lo sabés todo sin saber nada.

Suelta una carcajada, asiente y se encoge de hombros.

—Exactamente, yo sé lo que te atormenta sin que me lo digas. Sos muy transparente y muy cliché —replica.

—Uy, quiero saber qué es lo que me atormenta, porque yo no tengo ni idea.

—Ese tipo te gusta, pero es tan mujeriego que tenés miedo de que rompa tu corazón. Además, esa colorada de pechos grandes también está como loca por él, y te va a robar el puesto —dice. Le doy otro sorbo largo y el chico se ríe—. ¿Tengo razón?

—En absoluto —contesto malhumorada.

Termino mi bebida en silencio, mirando el escenario donde Andrés termina de cantar y todos aplauden. Creo que la mitad de esta gente es fanática de él. Ni bien baja de las tablas, su amiguita se le tira encima y le da un beso en la mejilla. Él se ríe y la abraza, luego busca a alguien con la mirada. Por un momento creo que es a mí, hasta que otro chico se le acerca y se dan un abrazo fuerte con palmadas en la espalda incluidas.

Me siento algo decepcionada y chasqueo la lengua. ¿Por qué me siento así? Le tiendo el vaso vacío a mi nuevo amigo y le hago un gesto para que me sirva otro. Se ríe por lo bajo.

—No debería, se supone que estás trabajando —comenta.

—Soy tu jefa, yo te pago, así que dame otro daikiri. —Me observa con expresión dudosa—. Solo uno más, mi hija me está esperando y no puedo llegar borracha a casa.

—Apa, ahí hay un giro inesperado —expresa dándome lo que le pedí—. Sos mamá, por eso te da miedo salir con el músico. ¿Él sabe que tenés una hija?

—No, y nunca lo sabrá. Ni siquiera le dije mi nombre.

Se ríe con incredulidad y niega divertido. Debe estar pensando que soy una loca, ¿qué clase de mujer no le diría su nombre a un empleado? Lo que pasa es que no es cualquier empleado, es un famoso, un mujeriego que intenta conquistarme y que estoy segura de que voy a caer en sus encantos, y me estoy protegiendo de eso. Ya no quiero caer en juegos de seducción, quiero algo real y serio. En cuanto Andrés se entere de que tengo una hija, va a salir corriendo.

Una difícil conquistaWhere stories live. Discover now