Andrés
No me deprime en absoluto que me haya dejado en una especie de visto en persona. Sé que tarde o temprano va a caer, lo veo en sus ojos. Incluso, hasta puedo asegurar que ya cayó, pero no quiere admitirlo.
Obviamente, mientras espero que al fin me dé esa oportunidad, yo voy a salir con la pelirroja. No pienso perder mi tiempo, no me voy a quedar de brazos cruzados.
Luego de un arduo día de trabajado, salgo de la ducha, me pongo perfume, una camisa negra de mangas largas y un pantalón de jean ajustado que creo que me quedan de manera atractiva y marca todos mis atributos, ideal para que la muchacha no se me resista. Me calzo unos zapatos negros y bien lustrados que son de mi hermano, pero como no está no me preocupa, ya sé que no va a retarme por eso.
A las nueve de la noche en punto, tocan el timbre de mi casa. Me peino rápidamente con la mano antes de salir corriendo a abrir, no sin antes guiñarme el ojo a mí mismo por ser tan hermoso.
Me asombra la puntualidad de la invitada, jamás estuve con una chica que llegara a horario. ¿Será una señal de que debo quedarme con ella? Me río internamente, creo que me estoy volviendo loco, ¿cómo puedo estar decidiendo quedarme con una sola mujer cuando puedo tener a todas las que quiera?
Respiro hondo antes de abrir la puerta y me quedo embelesado al ver a la belleza personificada. Puedo sentir mi corazón acelerarse y chocar fuerte contra mi pecho. Creo que ni siquiera respiro y tengo ganas de reír por culpa de las cosquillas que siento en mi estómago.
—Ho-hola. —Saludo con torpeza—. ¿Qué hacés acá?
La morocha me mira con el ceño fruncido de arriba abajo y suspira.
—Esperabas a alguien... —dice de manera afirmativa. Sus ojos, los cuales estaban brillantes, se apagan y se nota la decepción en su voz. Eso me provoca alegría, ¿estará celosa?
—Sí, pero tres no son multitud —replico corriéndome de la puerta para invitarla a pasar, pero niega con la cabeza—. Puedo decirle que no venga, todavía es...
Una silueta subiendo la escalera de entrada me interrumpe y la pelirroja aparece esbozando una sonrisa.
Las dos mujeres se miran con una expresión que desconozco, pero que entiendo como algo: guerra de mujeres por un hombre. Y no cualquier hombre, sino por Andrés Lezcano, o sea, yo.
—Buenas noches —dice Diana antes de lanzarse a mis brazos y besarme apasionadamente.
Le devuelvo el beso con algo de incomodidad. Me da cosa besarla frente a la morocha, pero me decido por lo seguro porque sé que ella no se va a quedar ni aunque le ruegue, y esta noche no tengo ganas de estar solo.
—¿Qué necesitabas? —le pregunto a mi jefa sacándome de encima a la otra mujer. Me da la sensación de que es de esas que se pegan como garrapata y voy a tener problemas con ella.
La morocha chasquea la lengua y mueve la mano para restarle importancia a la situación.
—Nada. Solo pasaba a recordarte que me envíes lo que pensás hacer el sábado para el show, Celeste y yo lo tenemos que aprobar —contesta esbozando una falsa sonrisa.
—¿Y a esta hora tenés que venir a decir eso? —cuestiona la pelirroja con tono burlón.
Le dedico una mirada de advertencia, que no la trate mal o la saco sin dudarlo de mi casa.
—Estaba de paso porque terminé de arreglar algunas cosas en la cafetería, sé que él vive cerca y aproveché —replica la otra de mala gana. Cruza su mirada con la mía e intento descifrar si dice la verdad, pero su expresión es neutra, así que no descubro nada nuevo. Resoplo y me quedo en silencio, sin saber qué hacer—. Perdón la molestia.
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Una difícil conquista
Romance¿Quién podría imaginarse que él, el más mujeriego del planeta, se vería envuelto en una relación sentimental...? ¡Con la única chica del planeta que no le da ni la hora! Andrés va a tener que aprender a amar más a los demás que a sí mismo, mientras...