15

1.4K 131 34
                                    

Camila

Debo admitir que ese breve —pero intenso— encuentro con Andrés en el baño me dejó completamente confundida y, para qué mentir, también bastante excitada.

Todavía siento el cosquilleo de sus besos en mi cuello y sus manos alrededor de mi cintura. A pesar de que pasaron un par de horas de eso, aún noto un hormigueo en todo mi cuerpo debido a la tensión sexual acumulada. Por un momento casi pierdo la razón y dejo que me haga de todo, pero tuve demasiada fuerza de voluntad. ¿Hacerlo en un baño del trabajo? No, no es mi estilo. ¿Hacerlo con cualquiera? Mucho menos.

Sé que Andrés no es cualquiera, sino no tendría esas fantasías recurrentes que me atormentan todas las noches desde el día que me besó. ¡Pero ni siquiera sé en qué estoy pensando! ¿Fantasías con Andrés? Siento que cada día que pasa necesito más sacar estas ganas que se acumulan en mi cuerpo.

Soy reservada, no quiero hacerlo con el primero que se me cruce, ¡pero dios mío! También soy mujer y tengo necesidades. Hace meses que ningún hombre me toca, y el hecho de que mi empleado es demasiado experto y sabe para dónde apuntar no me deja las cosas muy fácil. Él va por todo, y yo no sé cuánto tiempo lograré aguantar.

Además, esa declaración de amor que me hizo al final me descolocó. ¿Que me quiere para muchas noches? ¿A qué se refería con eso?

Muerdo mis uñas con nerviosismo y muevo la pierna con esa misma ansiedad. En un momento vamos a cerrar la cafetería para arreglar todo y transformarlo en el bar. Celeste se acerca a mí con el ceño fruncido y se agacha a mi lado.

—Cami, ¿todo bien? —interroga en un susurro. Noto preocupación en su mirada y asiento lentamente con gesto pensativo.

—Sí, solo estoy nerviosa.

—¿Solo eso? —ahonda arqueando una ceja. Bufo y me cruzo de brazos.

—Merezco una medalla de oro por la fuerza de voluntad que tengo —murmuro mirando de reojo a Andrés, que anda rondando por ahí hablando con clientes y riendo. Mi prima me hace un gesto para que continúe—. No lo aguanto más.

—¿A quién?

—¡A Andrés!

Se ríe por lo bajo y rueda los ojos.

—¿Qué te hizo? Te noto muy mortificada y que digas que tenés una fuerza de voluntad de oro me deja con muchas dudas.

—En el baño nos acercamos... demasiado. —Abro los ojos bien grandes ante la última palabra—. No pude controlarme, él es demasiado magnético.

—¡Bien! —exclama esbozando una sonrisa de oreja a oreja, la cual desaparece al ver mi expresión—. ¿Qué más, Cami? ¿Te hizo algo que no quisiste? Porque si es así...

—No, no, por el contrario. Y eso es lo que más me sorprendió —replico con rapidez—. Le dije que no un segundo antes de entregarme. Me di cuenta de que estaba a punto de cometer una locura y me arrepentí a último momento.

—Mmm... típico de vos —comenta con tono burlón. Resoplo y chasquea la lengua—. ¿Entonces? Le dijiste que no y él paró.

—Ajá. El tema es que... —Busco las palabras correctas en mi cabeza, pero no las encuentro. Decido ser sincera—. Yo quería que siga.

A Celeste se le abre tanto la boca que siento que su mandíbula va a chocar contra el piso. Se tapa el rostro y suelta una risita entre divertida, avergonzada e incrédula.

—¿¡Y por qué no seguiste!? —interroga casi a los gritos.

—¡Shhh! —la callo y hace una mueca—. ¿Cómo voy a seguir? Yo no soy así, no quiero hacerlo en un baño todo sucio en el trabajo. ¡No quiero hacerlo con Andrés! Es un mujeriego cualquiera, que usa sus técnicas de seducción a toda costa para obtener lo que quiere.

Una difícil conquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora