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Andrés

—Vas a tener que comprarme una bolsa de hielo para que pueda ponerme en las bolas —me quejo con mi hermano en cuanto la morocha se va.

Él hace una mueca de asco.

—No seas tan vulgar, Andrés. Además, ¿qué sabía yo que estaban en el baño? Si estabas volando de fiebre... ¡solo me fui dos horas! —replica rodando los ojos.

—¿Por qué yo tengo que aguantar los gritos de tu novia todos los días pero yo no puedo sacarme la calentura? —interrogo. Abre la heladera para sacar un poco de jugo y se ríe con tono sarcástico.

—Porque es mi casa. Si querés hacer tus cosas libremente, ya va siendo hora de que te mudes —contesta con tono cortante.

Aprieto la mandíbula y asiento con la cabeza.

—Está bien —digo con un nudo en la garganta y suelto una tos—. Así como llegué, me voy.

Me dirijo a la pieza para armar la mochila con la poca ropa que tengo. Ja, soy muy orgulloso, y si bien en el departamento no hay agua y la pared puede venirse abajo en cualquier momento a causa de la humedad, me da igual. Voy a irme de esta casa.

Él piensa que tiene derecho de tratarme así porque es el niño rico, pero yo soy el mayor y no pienso permitirlo.

—Andrés, no te estoy echando para que te vayas ahora mismo —comenta él entrando en mi habitación y suspira—. La cosa es así, ahora tenés novia, y es obvio que vas a querer hacer cosas con ella. No solo tener sexo, sino reír fuerte mirando películas o poner música, o lo que sea, y necesitas privacidad. Yo creo que ella no se va a sentir cómoda sabiendo que esta es la casa de su cuñado.

Resoplo y chasqueo la lengua. Tiene razón, quizás tomé un poco mal su comentario anterior, no veo la necesidad de irme ya mismo, pero igualmente no voy a permitir que me trate así.

—Está bien, pero no vuelvas a hablarme de esa manera porque soy tu hermano mayor —respondo.

Rueda los ojos y termina asintiendo.

—¿Ya estás mejor de la fiebre? —cuestiona.

—Supongo, al menos ya no me siento como si fuera a morir, pero me está dando tos y una sensación horrible en la garganta —contesto y hace una mueca.

—Vas a tener que cuidarte mucho, debés estar entrando en una gripe. Acostate y tomá algo caliente después. Yo tengo que volver a la empresa, papá tiene que hablarme de números... otra vez. —Bufa y me saluda chocando el puño con el mío antes de irse.

¿Y ahora qué voy a hacer solo? Si bien la cabeza me sigue doliendo y tengo un cansancio extremo, me siento aburrido y tengo la sensación de estar perdiendo el tiempo pensando en vez de hacer cosas más importantes.

Afuera está comenzando a llover, no puedo ni salir y para colmo lo único que está en mi cabeza es la morocha. Me tiro a la cama para descansar un instante y entro a mis redes para ver qué cosas nuevas hay, respondo un par de comentarios y subo algunas historias de mí enfermo y acostado.

Al instante tengo una lluvia de solicitudes de mensajes de muchas mujeres ofreciéndose a cuidarme y hacerme mimos. Leo que algunos están bastante subidos de tono y hago una mueca al mirar los perfiles. Hay chicas muy lindas y debo admitir que extraño coquetear y tener sexo rápido, pero ese era otro yo. Un yo que me gustaría enterrar bien profundo para que deje de decirme que responda los malditos mensajes eróticos.

Suspiro y bloqueo el teléfono para tirarlo hacia el otro rincón de la habitación. Dejé la guitarra en mi departamento, así que ni siquiera puedo tocar algo como para despejar la cabeza.

Una difícil conquistaWhere stories live. Discover now