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CAPITULO 64 BAD BOY

SHADIA

En cuestión de segundos lo alejé y mi mano derecha terminó impactando su cara.

¿Quién mierda se creía?

¿Remediar todo con unas vacaciones?

¿Por qué yo era tan masoquista?

¿Qué demonios sucedía conmigo?

—Necesito volver cuanto antes a la residencia —manifesté caminando directo a la cama sin mirarlo de nuevo; me enredé en las cobijas y cerré los ojos.

No me importaba su reacción, no me interesaban sus palabras para supuestamente remediarlo todo si es que acaso era esa su intención. Solo quería verlo desaparecer. Aunque fuese por un momento.

Increíble cómo podía tan cínicamente proponerme unas insulsas vacaciones y todo después de que prácticamente me ofreció seguir con lo de solo sexo entre los dos, nada más allá.

Aquello me causaba rabia y seguro que me dejé llevar por una pésima reacción sabiendo que todo había sido de esa forma desde un principio, el asunto es que no tenía tantos sentimientos involucrados y cuando por fin le desnudaba un poco más que mi piel, me fulminaba con su sinceridad.

Necesitaba calmarme y reflexionar bien. No podía tomar decisiones a la ligera, decisiones que me podían perjudicar si no pensaba con claridad en las consecuencias.

✦・★・•・☾・•・★・✦

Desperté junto a los primeros rayos de sol que se colaban a través del ventanal, con un dolor de cabeza letal que me aturdía a millón. Sentí como si hubiese bebido todo el trago disponible de al menos un bar de la ciudad. No creí haber dormido mucho, el hecho es que me sentía fatal y solo deseaba largarme de allí.

Últimamente mi vida pasaba de momentos dulces a amargos en un simple parpadeo.

Daniel no estaba por ningún lado de la habitación. Me levanté de la cama, entré a la ducha y dejé correr el agua sobre mí.

Justo cuando creía que era demasiado estúpida y me cerraba a la posibilidad de estar con Dan, él me demostraba que no estaba tan mal como pensaba y que había peores que yo.

Me vestí y pensé seriamente en salir de la habitación. Deseaba quedarme allí encerrada por el resto del día y no tener que verle la cara pero no me consideraba ninguna niña, ni mucho menos una adolescente en conflicto, era una mujer hecha y derecha en casa de alguien mucho mayor que merecía todo mi respeto y no pensaba actuar de infantil.

Bajé las escaleras fingiendo mi mejor sonrisa, no escuché a nadie y fui directo a la cocina. Pensé encontrar a la abuela pero no, solo estaba Daniel sentado en el pequeño comedor; el muy tonto parecía sacado de una revista deportiva.