CAPITULO 13 TWIST AND SHOUT

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SHADIA

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SHADIA

Fue difícil detener esos besos, ninguno de los dos ponía de su parte.

Intentamos comer y hablar un poco con los labios notablemente hinchados por parte de ambos, pero en mi mente solo estaba él; lo imaginaba desnudándome prenda por prenda, besándome y luego recorriendo con su boca mi cuerpo en toda su extensión, haciéndome completamente suya sobre esa mesa repleta de comida.

— ¿No quieres que tus amigos sepan de esto? —preguntó sin mirarme.

—No lo sé —le respondí con la mayor honestidad posible—. Simplemente quiero mantenerlo para nosotros por ahora.

Posó su mirada intensa en mí.

—Por mí no hay ningún problema, sinceramente entre el hospital y la especialización me absorben la vida; mi última relación fue bastante fallida y al igual que tú, dediqué a eso varios años que se fueron a la mierda por infidelidad.

Me quedé pensativa, tratando de descifrar nuestra conversación.

Terminamos de comer, pagamos la cuenta y salimos de allí. Pedí un poco de ese gelato de espresso para llevar. El auto de Daniel estaba a unos pasos, subimos y se sentó suspirando en el asiento del conductor.

Empecé a probar un poco el gelato y le ofrecí. Llevé la cucharita a su boca mientras él me miraba con el mar de sus ojos. Intencionalmente regué un poco de helado fuera de sus labios.

Así que te pusiste en modo juguetona ¿eh?

Daniel no se lo esperaba. Sonrió e intentó limpiarse pero lo detuve, entonces me lancé a su boca para apagar ese fuego que se estaba prendiendo.

Si claro, para echarle más candela dirían ustedes.

Lo observé cerrar sus ojos mientras mi lengua jugaba en la entrada de su boca, mordí un poco su labio inferior y el soltó un gemido bajo. Me atrajo con sus brazos para besarme.

—Vamos a mi casa, por favor —susurró en mis labios—. Te deseo ahora mismo.

Sentí una eternidad el camino hacia su casa. Casi no dijimos nada, él se concentraba en conducir; me intrigaban sus pensamientos pero a la vez me sentía nuevamente al borde de la locura.

No es que me estuviese arrepintiendo.

¿O sí?

Apenas llegamos, no esperé que me abriese la puerta, salimos al mismo tiempo con miradas lascivas; las ganas no daban tregua.

Me tomó de la mano y me condujo hacia su casa, abrió la puerta aun sosteniendo mi mano.

Entramos y me atrajo en un fuerte agarre cerrando con notable prisa la puerta; ni siquiera encendió las luces.

Me alzó como la primera vez mientras me besaba, empotrándome contra la pared contigua a la puerta. Sus manos recorrieron mis piernas mientras estas rodeaban su cuerpo.

Mi falda ya alzada por los movimientos, amenazaba con romperse; entonces dejé su boca y le pedí que me desnudara. Me bajó y deslizó la cremallera para descubrir mi sexy lencería. Me arrecostó contra la pared dándole la espalda al tiempo que sus besos recorrían desde mi cuello hasta mi trasero.

Yo me estremecí con cada beso suyo sobre mi piel, se sentían tan bien, tan míos y a la vez de nadie.

Aun recostada contra la pared me alzó los brazos para quitarme el suéter manga larga que llevaba puesto esa noche. Deslizó con facilidad mi sujetador y empujó su cuerpo exageradamente contra mí. Mis senos aprisionados contra la pared empezaban a doler, pero del puro placer, de la pura necesidad de ser tocados, mordidos y masajeados hasta la saciedad.

Sentí su respiración en mi cuello. Decía cosas que no podía descifrar, de lo único que estaba segura es que me quería poseer salvajemente.

Vi de reojo como intentaba desvestirse mientras me tocaba los senos con una de sus manos, su pantalón y bóxer cayeron al suelo despreocupadamente, dejando paso a esa erección perfecta.

Estaba a un paso de ser internada en un manicomio por las locas ganas de tenerlo dentro de mí.

Con el preservativo puesto se hundió y se acomodó en mi interior para seguir con estocadas salvajes, duras, intensas...

Sus labios se instalaron en mi cuello, ambas manos en mis senos mientras me daba duro contra la pared, ahí, a oscuras, en mi primera visita a su casa.

Justo esa noche, en ese preciso momento, descubrí lo mucho que me encantaba que me penetrasen desde atrás, duro, sin parar, sin compasión hasta arrancarme el más delicioso orgasmo.

¿Qué estaba haciendo?

Cada estallido de placer que me regalaba Daniel era tan satisfactorio y demoledor.

Era una peligrosa adicción.

— ¿Estás bien? —preguntó luego de vestirse —. ¿Te apetece algo de beber?

—Sí y sí. —Sonreí—. Me encantaría un poco de agua, por favor.

Esta vez prendió las luces permitiéndome observar su casa con detalle. Aunque por fuera todas se parecían y lucían un tanto pequeñas, lo cierto es que el lugar era amplio y fresco, estaba bastante ordenado, como si nadie lo usara, a decir verdad.

Me ofreció el agua y la bebí a sorbos lentos. Cada vez que eso pasaba me sentía rara, como toda una completa extraña, además de que se me notaba incómoda y me faltaban las palabras como nunca.

Intentó decirme algo cuando sonó su móvil con una hilarante melodía inundando el lugar. Con señas me indicó que Greg lo estaba llamando.

Oh, oh.

¿Qué era esta vez?

Al parecer ese par estaba decidido a emparejarnos a como dé lugar, si supieran como estaba avanzando todo de manera tan espontánea. 


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