CAPITULO 2 SHE'S A WOMAN...WITH NEEDS

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SHADIA

Era el último viernes de marzo. Desperté temprano porque no quería llegar tarde a mi primer día como ayudante del Decano en el área de Investigación sobre la deserción escolar en América Latina, especialmente al recordar la mirada altiva de Margaret al recalcar la exigente puntualidad de mi nuevo trabajo.

Isabelle Leah Walsh, Izzy, estaba ocupando el único y apretado baño de nuestra habitación.

—No tardes, Babe, por favor.

—Está bien —replicó.

Izzy tenía veinticinco años y estudiaba una maestría en arte dramático en el UCL; nos hicimos buenas amigas desde el primer día que nos conocimos. Gracias a ella no me había perdido del todo en la vida citadina Londinense, pues se había vuelto un ángel para mí y yo en su confidente y consejera principal.

—Rápido que se te hace tarde —expresó con ímpetu al salir del baño. Yo puse los ojos en blanco mientras Izzy palmeó mi trasero cuando intenté entrar.

—No creas que te vas a escapar mañana, te tenemos una sorpresa que te va a encantar; a ver si por fin te estrenas en el ardiente y fogoso sexo londinense.

No pude evitar la risa cuando la escuché decir tantas tonterías juntas. Ella sabía que mañana era mi cumpleaños y con «te tenemos» se refería a ella y a Greg. Gregory O'Ryan, su novio, un irlandés muy guapo, alto y de ojos verdes con quien llevaba saliendo hace un tiempo. Tenía esa maldita sonrisa brillante y perfecta como buen odontólogo que era.

—Por favor, arrástrame a la locura —bromeé y reímos las dos mientras me alistaba para salir.

—No te burles, que no estoy inventando nada. Ya verás la sorpresa que te hemos preparado, después me lo agradeces, bueno, principalmente a Greg, a él le debemos esta idea. ¿Desayunamos juntas?

—No creo que pueda, me desperté tarde y estoy apurada. Creo que te veré hasta la noche.

—Uhm, está bien. Pero no olvides lo de mañana.

Le hice una mueca de dolor y salí de prisa.


✦・★・•・・•・★・✦


Sentí que había corrido una maratón, no contaba con los recursos suficientes para transportarme en un vehículo de un lado al otro; afortunadamente el clima de Londres era casi perfecto y le hacía bien a mi cutis y a mi cabello, además tampoco eran demasiadas cuadras, todo me quedaba prácticamente cerca de la zona donde estudiaba.

Después de lidiar con el trabajo en la oficina del Decano Finley, a quien no vi en toda la mañana, y de mis clases, me sentía extrañamente agotada; pero no podía fallarles a los chicos, así que me fui a comprar un vestido con los pocos ahorros que tenía. Por lo menos no deseaba desentonar en mi cumpleaños.

Cuando por fin pude encontrar el vestido que más se ajustó a mi presupuesto y a mis curvas, llegué a la residencia y me lancé como un saco a la cama. Revisé el móvil y tenía mil llamadas perdidas de Izzy.

¡Qué carajos!

Babe, me estabas llamando.

— ¿En serio?, obviamente necesitaba hablarte; mira, no creo que llegue a dormir esta noche porque me quedaré en el apartamento de Greg, así que te enviaré la dirección del lugar donde vamos a celebrar tu cumpleaños. Lo siento. Ah, otra cosa, además de tu sorpresa, nos va a acompañar un amigo de Greg y su novia. Juro que la pasaremos súper. Te amo, bye.

Ni siquiera me dio tiempo de contestar cuando colgó.

Me di una buena ducha. Sequé mi larga cabellera y me acosté en la cama aun con la bata de baño puesta y el cuerpo un poco húmedo.

Cerré los ojos y me sobrecogió una oleada de nostalgia e interesantes pensamientos.

Hacía un buen tiempo que no tenía sexo con nadie, la verdad mi ex esposo había sido el primer y único hombre con el que había estado. Hasta entonces mi piel solo conocía sus caricias.

Entonces lo pensé, mi cuerpo me acribilló con la idea y no dudé en abrigarme de pies a cabezas con la sensación de querer liberar ciertas presiones inherentes a nuestra necesidad corpórea más visceral.

Tomé un frasquito de aceite para la piel que guardaba en la mesa de noche, solté el nudo de la bata, me unté un poco de aceite en los dedos, abrí mis piernas y los llevé directo a mi parte más íntima; con una mano empecé a frotar, con la otra apretaba mis firmes y erectos pezones.

Lo necesitaba.

Abandoné las caricias de mis pechos y utilicé la otra mano para abrirme paso con cuidado entre los pliegues que separaban a mi clítoris de ese placer que estaba por darle. Mordí mis labios y gemí mientras mi dedo del medio me hacia el amor.

Mi cuerpo me pedía intensidad y rapidez. Era absurdo negarme a caer en los brazos cálidos de un buen y corto orgasmo. No era lo mismo que se lograba en compañía, pero por lo menos servía momentáneamente para satisfacer mis necesidades primitivas.

No era una santa pero tampoco encajaba en el rango de diabla — ¿O sí?—. Entendía mi cuerpo, tenía la firme convicción de que debía conocerlo para sentir primero el placer que yo misma podía alcanzar y ya luego poder conducir a los demás a través de el, a aquellos dispuestos a recorrerlo en toda su extensión y dotarme del más puro e intenso placer, de esa explosión de éxtasis de la cual no merecía ser privada.

Allí estaba, en la cama, semidesnuda, con las piernas abiertas y entregadas, corriéndome en mis dedos con creciente disfrute. 


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