CAPITULO 51 BESAME MUCHO

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SHADIA

Su agarre en mi cuello se sentía igual de delicado que sus besos, solo nos separábamos para cambiar de un lado a otro y tomar algo de aire. La danza de nuestras lenguas era insuperable, nunca me había besado de la forma en que lo estaba haciendo. En mi centro se derramaba un hilillo de humedad en tanto su pulgar trazaba círculos en el lóbulo de mi oreja.

Detente.

Gritaba mi subconsciente.

Hice un gran esfuerzo por cortar el beso y casi que no pude lograrlo.

—No me beses así —jadeé suplicante en sus labios.

Su boca atacó de nuevo la mía totalmente desprevenida en una especie de allanamiento ilegal. Dejé de pensar con el cerebro y la lujuria tomó el control de mi cuerpo; me subí a horcajadas sobre él intensificando los besos, tomándolo por el cabello para sentirlo más en mi boca.

Dan llevó nuevamente sus manos a mi cuello reclamándome para él. Me empecé a remover instintivamente en un vaivén sobre su entrepierna y de inmediato ambas manos bajaron hacia mis pechos, hundiendo en círculos su pulgar sobre mis erectos pezones, haciéndome soltar gemidos y un río de pasión vaginal.

Soltó esa delicia que hacía en mis senos deslizando con sus dedos las delgadas tirillas de mi blusa y las del top al mismo tiempo, dejando al aire mis pechos ligeramente hinchados y buscando mayor atención. Interrumpió los besos, enderezó su espalda y arqueó la mía con uno de sus brazos para tomar con su mano libre un pezón y llevarlo directo a su boca.

Empecé a removerme con urgencia.

—Despacio —rugió en mi pezón —, despacio.

Yo quería hacerle de todo y recibir más pero no despacio.

Empezó a morder los pezones arrebatándome sonoros gemidos; se movió hasta el borde de la cama conmigo encima y una vez que sus pies tocaron el suelo, me levantó y me dejó en la cama de al lado.

Lo siento mucho de verdad, Izzy.

Yo no quería.

Mis pechos estaban expuestos con la blusa a medio quitar echa un lío sobre mi estómago; rápidamente me arrancó el pantalón y las bragas, abrió mis piernas con una mano mientras que con la otra se desabrochaba los pantalones. Se quitó la camiseta permitiendo que se asomara su bóxer con el pantalón ligeramente abierto. Desde mi posición podía ver perfectamente esa dureza que se cargaba.

Un aire me acariciaba el sexo que solo esperaba por él de manera impaciente. Se deshizo de su pantalón y bóxer, mostrando esa majestuosidad que me llevaba a limites inimaginables. Era blanca como su piel, venosa cuando estaba dura y con la punta rosada y gruesa.

Mis labios sufrían auto mordidas violentas, mis caderas se movían expectantes reclamando su virilidad. Sus manos atraparon su pene erecto para moverlo desde la base hasta la punta; me miraba con ojos hambrientos, como todo carnívoro mira su presa.

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