Capítulo 54: La calma después de la tormenta.

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[Narra Alexei]

Domingo por la noche.

León está muerto. De una vez por todas su vida ha terminado... No tengo miedo ni me avergüenzo de reconocer lo mucho que he disfrutado cada segundo que he hecho sufrir a ese bastardo. Por lo general suelo dejar estas cosas en manos de algunos de mis hombres que tienen experiencia en ello, salvo cuando se trata de un asunto serio como el de Boris, o algo tan personal como lo de Leone...

Ese bastardo gritaba como un desgraciado.

Ese monstruo contribuyó a que mi sádica y vengativa imaginación tomase relevo en vez de utilizar los métodos tradicionales de tortura cuando Atenea salió del almacén. Tuve que "contenerme" cuando ella estaba delante.

Cuando entré de nuevo en la sala donde se encontraba León después de que Atenea saliera, me sorprendí. Esperaba que ese malnacido tuviera esa sonrisa retorcida y socarrona en su rostro... pero ni mucho menos. Leone estaba rabioso, descontrolado... No. Ni siquiera sé cuales serían las palabras exactas para describir el estado en el que se encontraba. En su mirada podía verse como Atenea había "roto" algo en él, como si hubiera abrasado su mundo...

¿Qué le diría para dejarlo así?

Atravieso la amplia puerta de nuestra residencia vestido ahora con otros pantalones y camiseta oscuros. La ropa que llevaba goteaba la repugnante sangre de ese malnacido, así que con la intención de deshacerme de hasta la última molécula de Leone me la quité y la quemé junto con algún otro resto de ese hijo de perra. Cuando cierro la puerta me tomo unos segundos para cerrar los ojos y respirar la agradable tranquilidad de nuestro hogar. Subo las escaleras con la intención de encontrar a mi preciosa mujer en el dormitorio.

Seremos una familia... Somos una familia.

Me acerco al dormitorio y encuentro a Atenea sentada en la cama tecleando con agilidad en su portátil. Me apoyo en el marco de la puerta y me deleito con su presencia e imagen. Sus preciosos ojos hazel están fijos en la pantalla del portátil, completamente concentrada en cada palabra que escribe. Su cálida y aterciopelada piel brilla suavemente bajo la tenue luz anaranjada de la lámpara. Incluso con las heridas de su rostro su piel es resplandeciente. Su largo cabello negro cae como una cascada sobre su espalda y hombros debido a la posición en la que escribe en la cama. Su vientre... donde está creciendo una nueva vida.

Una feliz sonrisa llena de amor se dibuja en mis labios al mismo tiempo que contemplo el mayor regalo que la vida ha podido darme. Sus grandes ojos hazel adornados por sus largas pestañas negras se percatan de mi presencia, y juro por mi propia existencia, que cuando en sus carnosos labios rosados se curvan en una sonrisa rebosante de calidez y afecto, me siento el hombre más ufano y afortunado de tener a Atenea.

— Bienvenido, señor Volkov — me saluda con su angelical voz y su hermosa sonrisa en tono coqueto.

— Buenas noches, señorita Morgan — le respondo uniéndose a su ligero coqueteo. Me acerco a ella sin dejar de sonreír como un adolescente enamorado y me siento a su lado en la espaciosa cama. Ella apaga su portátil y lo cierra para prestarme toda su atención.

— ¿Cómo fue? — me pregunta con una sorpresiva tranquilidad. — Fue... ¿difícil? — Advierto la duda en su voz al no saber cómo referirse a ello.

— Podríamos decir... que fue la terapia que necesitaba — admito. Tiro ligeramente de su brazo para que se tumbe a mi lado. Rodeo con mi brazo izquierdo su cuerpo y la mantengo entre mis brazos. — No volverá a hacerte daño, krasivaya... ni al bebé ni a nadie... Ese bastardo está pudriéndose en el mismo Infierno.

— Es un alivio saber que no podrá martirizar a nadie más... — Responde Atenea en voz baja antes de dejar salir un pequeño suspiro de sus labios. Por su expresión facial intuyo que no está orgullosa de la muerte de una persona, incluso tratándose de León... Aunque observo como su cuerpo se libera de la carga que se cernía sobre ella. Acaricio su sedoso cabello negro con mis dedos y su rostro apoyado en mi pecho.

Soy tuya - LR - (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora