Capítulo 11: Una bala y un nombre.

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Estoy nerviosa por volver al trabajo. Han pasado casi dos meses desde que estuve en él y lo echo de menos.

No soy capaz de estar en casa sin hacer nada. Necesito hacer algo porque sino me aburro y odio el aburrimiento.

Alexei me ha dicho que ya se ha incorporado la nueva directora de Recursos humanos, la señora Harmon.

— ¡Bienvenida! — Una voz aguda y femenina me saca de mis pensamientos nada más abrirse la puerta del ascensor. Lucía, una compañera y amiga mía está enfrente de mí.

Tiene el pelo corto, hasta las orejas, de color negro; con pequeños rizos. Lleva gafas de pasta de color vino. Es bastante alta, al menos mide más de un metro setenta.

— Lucía, ¿qué tal? — La abrazo con una sonrisa.

— ¡Bien! ¿Cómo estás? ¿Ya te dieron el alta?

— Sí. Ya estoy recuperada. — Noto como los ojos oscuros de Lucía se clavan en la cicatriz de mi pecho, visible a causa del escote pronunciado de la camisa blanca.

— Wow, menuda marca. ¿Te la vas quitar con láser?

— No creo... No me molesta. Además, la doctora dijo que con el tiempo no quedaría marca.

— ¿De verdad? Bueno, me alegro mucho de que estés recuperada.

— Por cierto, gracias por venir a visitarme al hospital. — Le doy una pequeña palmada en la espalda.

— Oh, por Dios. Es lo menos que podía hacer. — Vuelvo a abrazarla.

— ¿Cómo estás? ¿Qué tal es la señora Harmon?

— Es una persona perfeccionista y muy trabajadora. No le gustan nada los fallos... Me recuerda a ti.

— ¿Es muy dura?

— Qué va. Es un encanto de persona.

— Menos mal...

— ¡Chicas! — exclama una señora de cabello largo y rubio, con los ojos pintados con colores azules. Mide lo mismo que yo y lleva un vestido azul con volantes. — Oh. — Se acerca a mí. — Eres Atenea, ¿verdad?

— Sí, señora.

— Oh, por favor. No me digas señoras, haces que me sienta vieja. Llámame Leticia. Leticia Harmon, encantada de conocerte por fin.

— Igualmente, mucho gusto. — Estrecho la mano que me ha ofrecido. Es una mujer no muy mayor, de unos cuarenta años. Tiene razón Lucía, es encantadora.

— Bueno, Atenea. Espero que vuelvas con energía y ganas de trabajar.

— Sí, la verdad es que estaba deseando volver...

— ¿De verdad? La mayoría de personas suelen decir lo contrario.

— Bueno... Es que necesito estar entretenida todo el rato. Odio el aburrimiento.

— Eso es bueno... — Sonríe. — Por cierto, un repartidor ha venido y ha dejado algo en tu despacho.

— ¿Un repartidor? Qué raro. — Miro a Lucía, quien se encoge de hombros.

— Bueno, Atenea — dice Leticia. — Debo volver al trabajo. Un placer conocerte.

— Igualmente. — Veo como la figura de Leticia desaparece. — Por cierto, ¿sabes qué ha dejado el repartidor en mi despacho?

— No, no tengo ni idea. Sólo sé que el repartidor era muy guapo.

— En serio ¿sólo te fijas en eso? — La miro y arqueo una ceja.

— Qué quieres que haga... Tenía unos ojos verdes...

— Anda, anda... Vamos a ver de qué se trata. — Lucía y yo caminamos hacia mi despacho, entramos en él y cerramos la puerta.

En el escritorio hay una pequeña caja negra con un lazo rojo en la parte de arriba.

— ¿Qué crees que puede ser? — pregunta Lucía.

— No tengo ni idea... — Dejo mi bolso blanco en una de las silla que hay tras mi escritorio y me acerco a la caja.

La muevo de un lado a otro para ver si suena, y para mi sorpresa oigo como algo duro y pequeño se mueve en su interior.

Me fijo en que debajo de la caja hay una nota pegada en la que pone "Bienvenida al trabajo, Atenea"

— ¿Qué pone?

— Bienvenida al trabajo, Atenea. — Miro a Lucía y dejo la tarjeta en el escritorio. — ¿Has sido tú?

— No, no...

Llena de curiosidad abro la caja y clavo mis ojos en su interior. Mi corazón da un vuelco al ver lo que hay en el interior de la caja...

Siento como un agudo y punzante dolor se forma en mi pecho.

En el interior de la caja hay una bala, alargada y delgada, parecida a la que sacaron de mi pecho. En ella está grabado mi nombre, con letras que resultan terroríficas.

— ¿Qué es? — Yo no consigo articular una sola palabra. Miro a Lucía mientras una lágrima se desliza por mi rostro y mis labios comienzan a temblar. — Atenea, ¿qué pasa? — Se acerca a mí y coloca sus manos en mis hombros. — ¡Atenea! — De un solo movimiento me quita la caja de las manos. Sus ojos se abren como platos al ver el interior. — Dios mío...

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Helouuu.

Debido a que estos caps no son muy largos he decidido hacer doble actualización y dejaros con un poco de intriga (insertar risa malvada).

Bueno. No tengo mucho que contar, así que me despido.

Besooos.

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Soy tuya - LR - (+18)Where stories live. Discover now