Estoy nerviosa por volver al trabajo. Han pasado casi dos meses desde que estuve en él y lo echo de menos.
No soy capaz de estar en casa sin hacer nada. Necesito hacer algo porque sino me aburro y odio el aburrimiento.
Alexei me ha dicho que ya se ha incorporado la nueva directora de Recursos humanos, la señora Harmon.
— ¡Bienvenida! — Una voz aguda y femenina me saca de mis pensamientos nada más abrirse la puerta del ascensor. Lucía, una compañera y amiga mía está enfrente de mí.
Tiene el pelo corto, hasta las orejas, de color negro; con pequeños rizos. Lleva gafas de pasta de color vino. Es bastante alta, al menos mide más de un metro setenta.
— Lucía, ¿qué tal? — La abrazo con una sonrisa.
— ¡Bien! ¿Cómo estás? ¿Ya te dieron el alta?
— Sí. Ya estoy recuperada. — Noto como los ojos oscuros de Lucía se clavan en la cicatriz de mi pecho, visible a causa del escote pronunciado de la camisa blanca.
— Wow, menuda marca. ¿Te la vas quitar con láser?
— No creo... No me molesta. Además, la doctora dijo que con el tiempo no quedaría marca.
— ¿De verdad? Bueno, me alegro mucho de que estés recuperada.
— Por cierto, gracias por venir a visitarme al hospital. — Le doy una pequeña palmada en la espalda.
— Oh, por Dios. Es lo menos que podía hacer. — Vuelvo a abrazarla.
— ¿Cómo estás? ¿Qué tal es la señora Harmon?
— Es una persona perfeccionista y muy trabajadora. No le gustan nada los fallos... Me recuerda a ti.
— ¿Es muy dura?
— Qué va. Es un encanto de persona.
— Menos mal...
— ¡Chicas! — exclama una señora de cabello largo y rubio, con los ojos pintados con colores azules. Mide lo mismo que yo y lleva un vestido azul con volantes. — Oh. — Se acerca a mí. — Eres Atenea, ¿verdad?
— Sí, señora.
— Oh, por favor. No me digas señoras, haces que me sienta vieja. Llámame Leticia. Leticia Harmon, encantada de conocerte por fin.
— Igualmente, mucho gusto. — Estrecho la mano que me ha ofrecido. Es una mujer no muy mayor, de unos cuarenta años. Tiene razón Lucía, es encantadora.
— Bueno, Atenea. Espero que vuelvas con energía y ganas de trabajar.
— Sí, la verdad es que estaba deseando volver...
— ¿De verdad? La mayoría de personas suelen decir lo contrario.
— Bueno... Es que necesito estar entretenida todo el rato. Odio el aburrimiento.
— Eso es bueno... — Sonríe. — Por cierto, un repartidor ha venido y ha dejado algo en tu despacho.
— ¿Un repartidor? Qué raro. — Miro a Lucía, quien se encoge de hombros.
— Bueno, Atenea — dice Leticia. — Debo volver al trabajo. Un placer conocerte.
— Igualmente. — Veo como la figura de Leticia desaparece. — Por cierto, ¿sabes qué ha dejado el repartidor en mi despacho?
— No, no tengo ni idea. Sólo sé que el repartidor era muy guapo.
— En serio ¿sólo te fijas en eso? — La miro y arqueo una ceja.
— Qué quieres que haga... Tenía unos ojos verdes...
— Anda, anda... Vamos a ver de qué se trata. — Lucía y yo caminamos hacia mi despacho, entramos en él y cerramos la puerta.
En el escritorio hay una pequeña caja negra con un lazo rojo en la parte de arriba.
— ¿Qué crees que puede ser? — pregunta Lucía.
— No tengo ni idea... — Dejo mi bolso blanco en una de las silla que hay tras mi escritorio y me acerco a la caja.
La muevo de un lado a otro para ver si suena, y para mi sorpresa oigo como algo duro y pequeño se mueve en su interior.
Me fijo en que debajo de la caja hay una nota pegada en la que pone "Bienvenida al trabajo, Atenea"
— ¿Qué pone?
— Bienvenida al trabajo, Atenea. — Miro a Lucía y dejo la tarjeta en el escritorio. — ¿Has sido tú?
— No, no...
Llena de curiosidad abro la caja y clavo mis ojos en su interior. Mi corazón da un vuelco al ver lo que hay en el interior de la caja...
Siento como un agudo y punzante dolor se forma en mi pecho.
En el interior de la caja hay una bala, alargada y delgada, parecida a la que sacaron de mi pecho. En ella está grabado mi nombre, con letras que resultan terroríficas.
— ¿Qué es? — Yo no consigo articular una sola palabra. Miro a Lucía mientras una lágrima se desliza por mi rostro y mis labios comienzan a temblar. — Atenea, ¿qué pasa? — Se acerca a mí y coloca sus manos en mis hombros. — ¡Atenea! — De un solo movimiento me quita la caja de las manos. Sus ojos se abren como platos al ver el interior. — Dios mío...
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Helouuu.
Debido a que estos caps no son muy largos he decidido hacer doble actualización y dejaros con un poco de intriga (insertar risa malvada).
Bueno. No tengo mucho que contar, así que me despido.
Besooos.
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Soy tuya - LR - (+18)
Romance~ 2° parte ~ Cuando alguien cruza la línea del rey de la Bratva, conoce de primera mano el mismo Infierno. La vida de Atenea ha sido puesta en riesgo, algo imperdonable para Alexei. La caza comienza... Pero no todo es tan fácil como parece. ¿Amor...