Capítulo 29: Entrenamiento.

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Es fin de semana.

Alguien mueve mi hombro con delicadeza, haciendo que me despierte.

— ¿Qué pasa? — pregunto con voz ronca al ver a Alexei de pie delante de mí. Estiro mi brazo hasta la mesilla de noche que hay junto a la cama y miro la hora en el móvil: las siete de la mañana. — Más te vale que tengas una buena razón para despertarme un Sábado a las siete de la mañana, Alexei.

— Tienes entrenamiento, levántate, muñeca — dice fresco como una lechuga.

— ¿Entrenamiento? ¿De qué estás hablando? Ah, ya sé. Has perdido la cabeza, ¿verdad? Venga déjame dormir.

De pronto, él tira de la colcha, dejándome completamente destapada.

— ¿¡Qué haces!?

— Te he dicho que te levantes. Tienes entrenamiento.

— ¿Te importaría decirme de qué puñetero entrenamiento estás hablando?

— Oh, cierto. No te lo había dicho... — Se rasca la nuca mientras que yo lo miro de mala manera. — Te he contratado a un entrenador personal para que aprendas a defenderte. Después de lo de León es mejor que aprendas a defenderte por si en algún momento te encuentras vulnerable.

— Y... ¿cuándo pensabas decírmelo?

— La semana pasada. — Se cruza de brazos.

— Bueno, creo que la semana pasada se ha ido un poco lejos.

— En fin, vístete. No llegues tarde.

— Qué remedio... — Me levanto de mala gana y comienzo a quitarme con gran pereza el pijama para quedarme en ropa interior. Me acerco al vestidor y busco en él mi ropa deportiva.

Cuando la encuentro, elijo unos leggins negros bastante ajustados, un top del mismo color pero con tirantes anchos blancos y unas deportivas blancas con unos calcetines blancos largos. 

Salgo del vestidor y me encuentro a Alexei de nuevo en la habitación. Comienzo a recoger el pijama que he dejado en la cama y lo coloco en un cesto marrón para echarlo a lavar pero me detengo cuando noto una penetrante e insistente mirada. Me giro, encontrándome a Alexei mirándome el culo con todo el descaro del mundo.

— ¿Vas a mirarme el culo mucho rato? — le pregunto aguantándome la risa mientras pongo los brazos en jarras.

— Es que esas mallas te hacen un culo... ¿No crees que son demasiado ajustadas?

— ¿Te molesta?

— Todo lo contrario, muñeca — dice con una sonrisa llena de superioridad. — Aunque, lo que sí me molesta... — Comienza a caminar hacia mi. — Es que a los demás se les vayan los ojos con lo que es mío.

— Pues tendrás que acostumbrarte, porque no puedes ir arrancándole los ojos a la gente.

— ¿Crees que no soy capaz? — Arquea una ceja y sonríe. Posa sus manos en mi cintura y me pega él para luego agarrar mi rostro con una de sus manos y estampar sus labios con los míos.

— Prefiero no responder a eso, don celoso — respondo intentando aguantarme la risa.

— ¿Don celoso?

— Va a ser tu nuevo nombre.

— No me gusta.

— Pues no seas un celoso. Es fácil.

— No me gusta compartir.

— Creo que me he dado cuenta. — Me separo de él y comienzo a recogerme el cabello en una coleta larga frente al espejo del vestidor.

Soy tuya - LR - (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora